Series que el mundo no necesita: The Big Bang Theory (a pesar de ganar en People's Choice Awards 2017)

The Big Bang Theory es una de las series de televisión, sitcom o “comedia de situación” más popular en la televisión actual. Recientemente ganó un People’s Choice Award, el programa rebasa ya los 200 episodios y tiene una décima temporada confirmada. Su premisa, un montón de súper genios geeks y nerds y sus desventuras, se ha ganado al público general.

Es una pena entonces que The Big Bang Theory sea tan graciosa como dislocarse un hombro o quedar atrapado en el tráfico en medio de una marcha feminista. Escribir sobre su frivolidad es casi una frivolidad en sí, pero a juzgar por su popularidad se vuelve un trabajo sucio que alguien tiene que hacer. Es necesario exponer un hecho frio y contundente: The Big Bang Theory no solo no es graciosa, es exactamente lo opuesto al concepto básico de comedia.

El humor es de esas cosas que todos interpretamos diferente, tanto o más que el horror o el drama. Lo que a una persona puede hacer reír a otra le puede parecer insufrible, sin embargo, aun dentro de esta área subjetiva se puede señalar objetivamente lo artificial, lo derivativo, lo tibio y parco del formato de esta serie y como se pretende hacer pasar por comedia. BBT se manifiesta como uno de los ejemplos más nefastos del sistema de sitcoms estadounidenses embriagado en su propia banalidad.

Lo primero a resaltar es que el reparto de la serie es un ensamble de actores que trabaja bien con el mediocre material que se les otorga, definitivamente ellos no son el problema aquí. Los guiones apegados a fórmulas en extremo acartonadas nos presentan no una historia con personas interesantes o carismáticas, sino estereotipos con patas y un track de audio de risa pre-grabada que le dicta a la audiencia, cual si fueran perros amaestrados, cuando deben reír.

La cultura geek está de moda, es lo de hoy, pero no encontraran nada de eso en BBT. La serie no es sobre nerds y geeks, es sobre el estereotipo armado durante décadas que Hollywood ha creado sobre los nerds y geeks, dos cosas muy diferentes. Así como otras series de su creador Chuck Lorre, los guiones de BBT se rigen por templetes herméticos y cuadrados. Realmente daría lo mismo que los protagonistas fueran jardineros o ingenieros o desempleados, su entorno es lo de menos, los chistes y el nulo desarrollo de personajes permanecería igual. Chistes en el sentido más vago por supuesto, porque la idea de un chiste en esta serie es que algún personaje diga que va a jugar Mario Kart en su Nintendo 64, sin mayor contexto y con el estruendo de una risa grabada ahogando dicho dialogo. Irónicamente, remover el track de risa que acompaña convierte el programa en un bizarro show melodramático donde pareciera que todos sus personajes tienen alguna forma de autismo.

Así que no es que se trate de que la cofradía nerd linche la serie por no apegarse a sus lineamientos, el problema radica en que la serie está habitada por avatares artificiales, fruto podrido de ejecutivos de estudio, personajes que poco o nada tienen que ver con seres humanos reales. Si Seinfeld se mantiene a la fecha como una de las sitcoms más importantes de la historia era por lo bien definidos que estaban todos su personajes, incluso los secundarios. Era gente que se sentía real aun dentro de sus excentricidades y las situaciones partían de la auténtica cotidianidad y sus ritos sociales. Es exactamente lo opuesto a lo que ocurre con formatos de series maquiladas y procesadas como BBT, donde nadie tiene problemas reales y hasta sus alegrías y emociones se sienten falsas.

El show tiene ya una apuesta segura y no la va a modificar, pero si mañana dejara de existir no se notaría su ausencia. El público que la sintoniza pasaría a otra cosa sin pestañear, alguna otra serie de corte similar ocuparía su puesto de popularidad. Por mucho que se diga que vivimos en una época de oro de las series televisivas algo como The Big Bang Theory evidencia que el producto televisivo impersonal y cínico aún está más que vivo y difícilmente aceptara una muerte rápida.

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