“Pertenece en un museo” es una de las oraciones que Indiana Jones repetidamente enuncia a lo largo de la franquicia. La pasión del arqueólogo por la preservación de antiguos artefactos y objetos es una que, lamentablemente, no comparte Lucasfilm y de la que poco aprendió James Mangold a la hora de dirigir Indiana Jones y El Dial del Destino - 63%, la quinta película de la franquicia que se preocupa más por disecar al personaje antes que despedirlo con dignidad.
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En la década de los años sesenta, la inesperada visita de Helena (Phoebe Waller-Bridge), su distanciada ahijada, pone a Indy (Harrison Ford) en una peligrosa misión: recuperar un objeto capaz de revelar fisuras en el espacio-tiempo antes de que un grupo de nazis den con él. Pasados sus años de gloria, el aventurero emprende otra vuelta por el mundo para descubrir esta mágica reliquia griega en Indiana Jones y el dial del destino.
En un ejercicio de taxidermia, la película trata de recuperar el cuerpo de la franquicia, pero hace poco para darle vivacidad. El filme tiene la intrépida acción, el irónico sentido del humor, la persecución de un enemigo que busca ganar la carrera por el codiciado objeto, pero detrás de todo no está más que el vacío del intento por emular los clásicos de Steven Spielberg y todo en atropello de quizá la más sentida interpretación de Ford como este personaje.
Si bien la franquicia jamás ha destacado por el desarrollo temático de sus relatos, Indiana Jones y El Dial del Destino - 63% apostaba a abordar el ocaso de un héroe. No en vano, la película nos introduce al octogenario arqueólogo mientras languidece sólo en su departamento. Y le pone su característico látigo en mano luego de tentarlo con la posibilidad de alterar el curso de su historia con el titular objeto mágico.
Aunque el elenco de Indiana Jones y El Dial del Destino - 63% insiste en la intención de despedir al personaje, nada de esto sale a flote en la película. El es tan torpe con el potencial de ver al héroe principal colgar el sombrero que lo presenta desilusionado con el rumbo de su vida sólo para luego sacudirlo en un torbellino de situaciones, a manera de espectáculo, que terminan por arrojarlo de vuelta al mismo lugar. Es a través de un giro poco creíble del libreto que el conflicto emocional del personaje se resuelve en apenas los cinco minutos finales con cierta reunión inesperada que no vamos a arruinar.
Para toda su proeza técnica, ante la que cabe reconocer el montaje de una persecución dentro de un tren y más tarde otra más por las calles de Marruecos, Mangold confecciona secuencias que pudieran ser tan elaboradas como las de Spielberg sólo para perder enfoque de que estas siempre deben estar al servicio del personaje. Si en Los Cazadores del Arca Perdida - 95% la escena en la tumba revela el ingenio de Indy para evitar las trampas y peligros; o la secuencia del puente caído de Indiana Jones y el templo de la perdición - 84%, su entendimiento y reverencia de la cualidad sobrenatural de los objetos que le apasionan; en El dial del destino el arqueólogo sólo está ahí para resolver enigmas y correr en la dirección que el espectáculo encuentre conveniente.
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La falta de precisión en esta vital coyuntura entre acción y personaje es todavía más decepcionante cuando se recuerda en comparación a la despedida de Wolverine en Logan - 93%, también dirigida por Mangold. Si bien Indy y sus aventuras jamás han alcanzado un tono tan sombrío como el del mutante, es muy claro en su interpretación que Ford esperaba mostrar un adiós de similar impacto emocional. Desde el inicial desdén que muestra al ser presentado con la posibilidad de encontrar el dial, hasta los suspiros que arroja mientras escala catacumbas para hallarlo, Ford da textura a la última aventura del personaje con un cansancio diegético evidente que buscaba acentuar la necesidad de retirar al personaje.
Al final, no hay una verdadera sensación de cierre porque cada vez que el personaje se acerca a desistir en su intento por triunfar, alguien le recuerda que es una figura demasiado grande como para retirarse. La película literalmente lo golpea para noquearlo antes que permitirse dejarlo ir o negociar con él los términos de su partida. De nuevo, es difícil entrar en este punto sin destripar el desenlace, pero ya podrá el público entender lo débiles que se sienten los últimos minutos.
Quizá lo más triste sea que Lucasfilm, cegado por una ambición irónicamente muy similar a la de los múltiples antagonistas de la franquicia, falló en entender que las tres películas originales son equivalentes a piezas históricas que merecen ser preservadas en un museo. Y pese al mayor esfuerzo de Ford por jugar el rol de Indy en la vida real, los ejecutivos se roban con éxito la esencia del explorador para disecarla en un intento por rendirle un homenaje final tibio. Indiana Jones y El Dial del Destino - 63% ya está en cartelera.
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