FICM 2017: El Sacrificio de un Ciervo Sagrado y Loving Vincent

La edición número 15 del Festival de Cine de Morelia le brindó a los cinéfilos de corazón atascos significativos con la exhibición de esperados filmes que han logrado un exitoso paso por los certámenes más renombrados alrededor del mundo como Cannes, Berlín y Venecia, como el imprevisible Yorgos Lanthimos que logró aportar toda la originalidad y la confusión a un relato oscuro dentro de la sección internacional. Un pase de prensa en el que los aplausos pesaron mucho y confirmó la capacidad de desconcierto que el director de Canino - 92% y La Langosta - 90% crea sobre su universo macabro.

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Otra interesante apuesta iluminaba la tarde para destensar un poco el ambiente y presenciar Cartas de Van Gogh - 80%, de Dorota Kobiela y Hugh Welchman, narrada en tono de falso documental que recrea en más de 100 cuadros los últimos días de Vincent van Gogh, el legendario artista holandés de una manera peculiar: hablan los personajes de sus cuadros, que intentarán resolver el misterio de su genio y el misterio que rodeo su muerte. Vincent van Gogh solo aparece como una presencia que no habla más allá de la voz en off que lee sus cartas.

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El Sacrificio Del Ciervo Sagrado - 75%

La inquietante nueva película del griego Yorgos Lanthimos, comienza con una cirugía a corazón abierto y así se invita al espectador a contemplar un corazón palpitante en una mesa de operaciones. Desde el inicio el tono crudo está establecido. Lo que veremos tomar forma en pantalla grande es un thriller de terror que por momentos juega con lo sobrenatural. Así seguimos a Steven, un brillante cirujano interpretado por Colin Farrell, que toma bajo su protección a Martin (Barry Keoghan), un adolescente perturbado, cuyo padre murió hace años en su mesa de operaciones. La relación entre los dos personajes es cordial y de respeto, hasta que se desata una tensión que va en crescendo cuando el chico le revela que está buscando vengar la muerte de su progenitor y le lanza un ultimátum, tendrá que elegir cuál de sus parientes morirá: su esposa (Nicole Kidman), o alguno de sus dos hijos, un niño de 9 años y una joven de 13 años.

La amenaza es ignorada hasta que la trama comienza a volverse cada vez más perturbadora cuando el hijo de Steven desarrolla una forma de parálisis que le impide caminar y literal, sólo puede arrastrase por el suelo. Una tragedia griega comienza a gestarse, porque la adolescente también caerá en esa especie de maldición o sugestión macabra impuesta a la familia. Como en una película de Hitchcock, el terror crece gradualmente, alimentado por lo que no se dice pero que se esconde debajo de algo que parece ser una superficie elegante. Por la simple sensación, entendemos que algo está mal en esta trama. Y es este misterio el que mantendrá al espectador desconcertado un buen tiempo esperando conocer la cara de un mal que no que no tiene definición. Alberto Saez Villarino, de El Antepenúltimo Mohicano, dijo del filme:

The Killing of a Sacred Deer funciona como un relato acerca de la venganza, estéticamente sublime y desgarradoramente violento. Recurriendo a una sucesión de planos abigarrados y delirantes diálogos, a partir de una solemnidad escénica de gran dramatismo y complejidad, el director plantea un acercamiento al absurdo y lo aleatorio —algo que cobrará una importancia primordial en el desenlace—.

Cartas de Van Gogh - 80%

París, verano de 1891. Armand Roulin tiene la misión de entregar personalmente una carta al hermano de Vincent van Gogh, uno de los pintores más conocidos y admirados de la historia, Theo van Gogh. A un año del suicidio del pintor nadie sabe con exactitud cómo o quién estuvo detrás de la tragedia, y el rumor de un posible asesinato recobra fuerza. Armand no termina de comprender como se dio la amistad entre su padre –el jefe de correos de Arles- y el artista, y no está realmente encantado con el encargo pero asume la responsabilidad para honrar el deseo del jefe de familia. En esa travesía conocerá a variopintos personajes que en distintas charlas le revelan la atormentada personalidad de van Gogh y sus últimos días de vida. Las misteriosas y tristes causas de su muerte se vuelven el leif motiv del indiferente Armand que, subyugado por la complejidad y fragilidad de Vincent, inicia su propia investigación.

A mitad del camino, Roulin se descubre en un viaje iniciático que lo acerca más a la humanidad, toma conciencia de sí mismo y de su relación con el entorno. Descubre la soledad y la incomunicación rural que provee el inmenso paisaje bucólico francés en los que se perdía Van Gogh, y de repente entiende que hay personas demasiado inocentes y puras para la voracidad del mundo. Las paisajes cobran vida en el filme y dan rienda suelta a las emociones contenidas en los cuadros originales de Van Gogh, junto con los personajes retratados en ellos, completamente sumergidos en un mar de brochazos al óleo que cubren cada uno de los fotogramas. La técnica detrás de este hallazgo visual es tan sencilla como alucinante: 120 artistas pintaron cada cuadro sobre una proyección de un fotograma de una secuencia grabada con actores de carne y hueso sobre una pantalla verde. El resultado es una mezcla del trabajo de actuación y el trabajo de los pintores. Un tipo de reconstrucción hasta entonces inexplorada, y es así como la obra de van Gogh revive ante nuestros ojos. Más allá de la técnica, lo destacable del filme dirigido por Dorota Kobiela y Hugh Welchman, es la hibridación de la expresividad de los cuadros del artista holandés y la de los actores, sus reacciones, sus silencios, sus miradas que otorgan expresividad y no poca mesura a unos personajes que no admitían más gestualidad que la imprescindible.

Joe McGovern, de Entertainment Weekly, dijo del filme:

Uno de los trabajo de amor más lunáticos que llegarán al cine este año. Y en ese sentido, es una tributo adecuado y milagroso a su tema.

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