Los ingredientes adecuados para tener una película clásica navideña

La Navidad es una época relacionada con las celebraciones en familia y por ende puede generar varias emociones. Por un lado puede ser causa de alegría y jolgorio pero por el otro ser un recordatorio de un pasado que ya no es. Esas disparidades de sentimientos, de la alegría hasta la nostalgia e incluso la depresión, hacen que narrar una historia navideña sea una labor más compleja de lo que parece.

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Para el espectador estadounidense promedio, ¡Qué bello es vivir! - 94% de Frank Capra es la cinta navideña por excelencia. Este drama de 1947 se centra en la vida de un hombre generoso que cae en la bancarrota. Luego de que el personaje, interpretado por James Stewart, deseara no haber nacido, un ángel le muestra cómo sería la vida en su pueblo si él no hubiera llegado al mundo. Al ver la crudeza de un mundo sin él y cómo sus seres queridos sufren, Stewart pide volver a la Tierra, para ser recibido por sus familiares y amigos, quienes lo han sacado del desastre económico. A pesar del fracaso en taquilla de la cinta, el repetirla varias veces en televisión la grabó en el subconsciente de muchos espectadores del país del norte. Es algo similar a las cintas bíblicas exhibidas cada Semana Santa en la televisión mexicana, o exhibir Macario - 100% en Día de Muertos.

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¿Qué requiere entonces una buena cinta navideña? Debe poder relacionar al espectador con los temas afines a la Navidad: la unidad familiar, la amistad y la reconciliación del pasado con el presente. El ritual navideño equivale a rencontrar a familias, amigos y hermanarse. Es una oportunidad que se da cada 365 días y por ende requiere de una atmósfera familiar idónea.

No importa si la historia transcurre en un mundo animado, sea con Charlie Brown, el Grinch o Jack Skellington, lo importante es que los personajes recorrerán un camino que los llevará aprender el espíritu de compartir y sentir empatía por el prójimo. Debe ser en el marco de un guión entero, que sin duda no podrá evitar entrar en terrenos sumamente emocionales y cursis. El núcleo familiar es por supuesto de suma importancia y por ende ahí radicará el mayor reto de una buena cinta navideña: debe poder funcionar en términos universales y, a diferencia de la música de Navidad, puede ser disfrutada en cualquier época del año. Una cinta puede crear risa, tensión, horror o subir la adrenalina, pero encontrar un punto intermedio en el que pueda despertar sentimientos de confort, eso sin duda requiere de una sensibilidad especial y un público receptivo.

Así que, ya sea con los irreverente Gremlins - 85% o con John McClaine perseguido por ladrones en Duro de Matar - 92%, si la película cumple con reunir a la familia en torno al televisor en las fiestas navideñas entonces se puede decir que la cinta ha cumplido su cometido. El espíritu navideño vibrara entre risas, sidra y la elusiva pero real magia del séptimo arte.

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