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Por si no lo sabías: tu nostalgia hace rico a Hollywood

Caricaturas, series y otras cosas que añoras son el combustible de Hollywood

Nostalgia, palabra que naciera para describir una enfermedad que padecían soldados suizos del siglo XVII que no podían dejar de extrañar su hogar, es un concepto que vende y vende bien. La nostalgia es la moneda de cambio de mayor valor en el entretenimiento actual. Ya sea nostalgia por la década de los años 80 o los 90 o algún otro periodo que se asocie con un idílico y utópico estado de serenidad, una suerte de “todo tiempo pasado fue mejor”, el sentimiento es explotable. La nostalgia, de la mano de la familiaridad, es lo que dictamina en Hollywood qué se filma y qué no, además de la relación con inversionistas chinos que usan la meca del cine como su plataforma privada de inversión. Estas personas a la par de un ansioso gobierno asiático, ven en Hollywood otra manera de esparcir su arcaica propaganda comunista.

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La familiaridad, por otro lado, obedece a un principio básico del cine: la gente paga por ver experiencias específicas, o dicho sea en otras palabras, la gente sabe qué quiere de una película y espera recibirlo. Si va a ver una comedia quiere reír; si va a ver terror quiere brincar y si es acción quieren explosiones y balazos. Las expectativas dictaminan 80% de la experiencia fílmica para la mayor parte del público. En ese sentido, la obra se vuelve más un producto maquilado que debe entregar lo que prometen los pósters y tráilers, a riesgo de dejar decepcionado al espectador. Algo similar a lo que ocurre con un anuncio de hamburguesas: el producto debe cumplir y entregar exactamente lo que el anuncio promete.

Contrario a lo que tus amigos que se la viven en Cineteca o que tienen su proyecto de banda post-punk, el arte debe vender para subsistir, no hay vuelta de hoja. Que las clasificaciones generen expectativas que deban cumplirse son parte de este trueque que existe entre el público y el arte. Lo que también es válido preguntarse es hasta qué punto la familiaridad y la nostalgia deben dictaminar la creación artística y, en este caso, la creación fílmica.

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Este asunto de la familiaridad y la nostalgia no es exclusivo de nuestra época, remakes y secuelas existen desde el origen del cine. De manera similar, sentir una nostalgia cursi por el pasado ocurría ya en los 70 y 80, donde la época que se mitificaba eran los 50, con su rock and roll, copetes llenos de vaselina y los autos de la época. En este momento son los 80 y 90, con series como Stranger Things - 96%, una tardía secuela de Trainspotting: Sin Límites - 89% y una nueva versión live-action de los Power Rangers.

Este último es un asunto un tanto curioso; similar a lo que ocurriera con Super Dimensional Fortress Macross (1982), una serie de anime que llegó a nuestro continente editada por creativos occidentales y rebautizada como Robotech, Power Rangers también llegó a nuestras fronteras en una presentación distinta a la primera. La serie original forma parte del rico mundo de los programas de Tokusatsu, representado bajo el estandarte de Ultraman. El tokusatsu (palabra que significa efectos especiales) engloba todo tipo de programa o cinta que tenga monstruos gigantes (daikaijus) y héroes enmascarados que combaten invasores de otros mundos. Héroes que trabajan en solitario, como un Kamen Raiden, o en equipo, lo cual se conoce como series “sentai”, vertiente de la cual forman parte los Power Rangers.

La adaptación estadounidense tomó prestadas solo las escenas de acción, donde los actores japoneses realizaban piruetas, movimientos de artes marciales y combatían en botargas sobre maquetas. Los protagonistas cambiaron a jóvenes de prepa del país del norte que llevaban su día entre humor y melodrama azucarado. La serie fue un éxito en nuestras latitudes, pero curiosamente sería un éxito que ninguna otra serie en dicho formato podría repetir.

Dos décadas después la maquinaria de Hollywood decidió que es hora de obtener el dinero de todos los, ahora adultos, que crecieron con el programa. La calidad de la cinta, que se antoja cuestionable al ver los tráilers, es lo de menos. Lo importante es que hay gente que reconoce los diseños de los trajes, que pagarán no por la promesa de un entretenimiento de calidad, sino por ver algo que ya conocen. Si la cinta triunfa, confirmará a Hollywood, una vez más, que intentar cosas nuevas y diferentes es una reverenda pérdida de tiempo. Fracasos en taquilla de cintas con una historia propia y bien contada como Dos Tipos Peligrosos - 92% empujaron a su director Shane Black a ponerse detrás de cámaras de una adaptación más de Depredador - 78%, el mismo Ridley Scott anunció que desea hacer filmes de Alien hasta el fin de sus días y ya ni hablar de que James Cameron quiere hacer lo propio con Avatar - 83%.

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¿Necesitamos más cintas de Alien, Depredador, remakes y secuelas y demás adaptaciones de series de los 90 hechas por comités de marketing? La respuesta es un contundente no, aunque de igual manera podríamos decir que el mundo no necesita una nueva película deLars von Trier, cine que solo a sus fans y críticos de festivales les interesa ver. La congestionada fábrica de los sueños produce y produce material que el mundo no necesita, pero de un modo u otro se crea la necesidad. Una vez más, esto no debe confundirse con un discurso anti nada, ni siquiera la misma nostalgia es la enemiga a vencer aquí, más bien se trata de replantear el uso de nuestro tiempo y dinero en una era saturada de entretenimiento vacuo. Después de todo, la gente busca a los críticos que dan forma al Tomatómetro para saber qué es y no es recomendable en cartelera. Ayudaría reconocer que una película con una fuente tan regurgitada y genuinamente obsoleta, como una serie de los 90 hecha para vender figuritas, difícilmente ofrecerá una gran experiencia narrativa o incluso sensorial.

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¿Hay aún alguna historia que pueda contarse en una cinta como Trainspotting 2: La Vida en el Abismo - 79%? En un remake hecho en México de una cinta como 3 Idiotas? ¿En otra película de Transformers - 57%? Fríamente podemos decir que no, pero los números pueden mostrar otro panorama. Disney sabía que la nostalgia y familiaridad eran imperativas si deseaban que Rogue One: Una Historia de Star Wars - 85% vendiera en grande. Por eso se abandonó la idea de contar una historia que caminara por pie propio, por eso se filmaron escenas adicionales. Una de estas, donde Darth Vader aparece cerca del final desenfundando con decisión su sable de luz, fue de las más aplaudidas por fans. No servía propósito alguno para la historia, pero se incluyó porque vendería más figuras; de lo contrario la gente podía perderse entre tanto personaje nuevo. Porque esos breves minutos justificaron el boleto de asistencia para muchos espectadores.

Quieran o no, la codependencia con la nostalgia es fuerte. La nostalgia es el motor principal de Hollywood actualmente, depende de ustedes el que exista un balance entre estas narrativas y las que ofrezcan nuevas experiencias. Después no habrá espacio para quejarse de que Hollywood no intenta nada nuevo. Mientras siga la emoción por ver a Darth Vader 5 minutos o a los Power Rangers, el mensaje sonará fuerte y claro para los grandes estudios.

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