Artículos

Octubre: el proyecto cinematográfico de Stalin y Sergei M. Eisenstein

La película que el dictador quería para celebrar el décimo aniversario de una revolución y el cineasta aprovechó para mostrar el lado más violento del ser humano

Sergei M. Eisenstein, es uno de los nombres más importantes en la historia del cine. Este cineasta nacido en Letonia dejó un gran legado para quienes gustan de la apreciación o realización del cine, y fue precisamente él uno de los primeros que se atrevió a usar la cinematografía directamente como medio de representación social. Eisenstein inició su carrera trabajando como decorador y director de teatro, donde a pesar de haber estudiado arquitectura y Bellas Artes, aprendió sobre el arte de la actuación con la que después él crearía nuevas técnicas como el Montaje de atracciones. Con esta técnica el director explotó las formas de interpretación, pues descubrió que el actor contaba con una gran herramienta para someter al público a estímulos de acción psicológica y social, lo que explica las imágenes de sus primeras películas. Por mucho tiempo, Eisenstein explotó únicamente ese elemento, donde los actores realizaban sus acciones aún más exageradas de lo que en el cine mudo era normal, precisamente para provocar algo en quienes vieran esas imágenes.

Sigue leyendo: Eisenstein y la maldición de Iván el terrible

Tiempo después el cineasta se dio cuenta que lo que le faltaba era complementar esas actuaciones con una historia. Los resultados fueron las imágenes más estremecedoras que jamás se habían visto antes, si no lo crees, puedes encontrarte con tres de sus películas más importantes: la que le otorgó el reconocimiento mundial, El Acorazado Potemkin (100%) de 1925, donde por cierto sale a relucir el lado más cruel del ser humano; ¡Qué viva Mexico! (83%) de 1930, donde el director soviético muestra a un México no tan alegre ni colorido como la mayoría lo pintó después, contextualizado en la Revolución Mexicana; finalmente Octubre de 1928, donde el cineasta narra los inicios de la Revolución Soviética.

Algunos aseguran que ver la película Octubre es como ver la Revolución Soviética en persona. Esta película trascendió porque rebasa incluso los objetivos de un documental pero no es un objeto histórico como tal, es como si se tratase de la fotografía de un recuerdo. Ésta fue una película de encargo, quien la pidió fue el mismo Stalin en persona, pues después de ver algunas películas del cineasta, el secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética se dio cuenta del poder del cine. Fue su gran descubrimiento y terminó más involucrado de lo que cualquiera hubiera pensado.

Te puede interesar: Le Corbusier y su arquitectura en el cine

Por supuesto, Sergei Eisenstein y Stalin se volvieron íntimos amigos (si era por pura conveniencia por parte de ambos no es improbable) y juntos lograron grandes cosas en el cine, como lo fue Octubre. Stalin se había vuelto un gran productor para la industria en ese momento. Las imágenes retratadas por el director son casi pura violencia, y es que así es como se vivió la revolución de octubre de 1917, y el objetivo de la película realizada era celebrar el décimo aniversario de tal acontecimiento. Octubre retrató, como en El Acorazado Potemkin, el lado más violento de la sociedad, lo que le otorga tanta importancia a este filme es que quien la mira podría dudar incluso de que todo está dirigido y planeado, con esas técnicas actorales a las que Eisenstein fue tan fiel le dan un toque más que realista y se podría casi asegurar que aquella revolución no fue actuada, literalmente se recreó. Los rostros de furia, angustia y terror, parecen ser reales.

Las imágenes, según lo que dice Peter Burke en su libro Visto y No Visto, son el único testimonio existente de las prácticas sociales, como en este caso la revolución. A Stalin parecía que le gustaba mucho ser retratado porque él sabía el poder de la imagen, no por nada decidió hacerse tan amigo del director de cine. Además le gustaba ser relacionado con la modernidad, de la cual el cine es una gran representación, y como prueba de su obsesión por ser retratado está la pintura titulada The morning of our homeland (La mañana de nuestra patria) realizada por Fydor Shurpin, donde el protagonista es el dictador.

Octubre, además de ser una película de encargo y la ventana hacia lo que había sucedido diez años atrás, también fue pionera de ciertas técnicas cinematográficas. Fue precursora de la unión de las imágenes para provocar más tensión e incluso sentir lo que el personaje a cuadro podría estar sintiendo, así como los acercamientos que no dejan al espectador distraerse con nada más que con las miradas de la pantalla que pareciera que nos mira. De algún modo, fue entonces cuando Eisenstein dejó de experimentar para dedicarse a retratar una realidad social.

No te pierdas: Ken Watanabe: sus mejores películas en el Tomatómetro

Octubre no tiene ni un tinte parecido al cine clásico de Hollywood donde todo era romanticismo, donde podrían tener momentos trágicos, pero al final de cuentas abrazados por el romanticismo. El director nunca buscó que el público se sintiera identificado o que quisiera reflexionar, simplemente se encargó de mostrar situaciones sociales reales, que otros no se atrevían a ver. Por eso la película presenta la evolución, con el paso de los días, de los revolucionarios a los que la sangre les hierve; y además aprovechó para hacer pequeñas burlas ante la burguesía.

Octubre no sólo es la oscuridad de Rusia. Octubre es la oscuridad de la sociedad entera y la cruel realidad política. Y así como las respuestas positivas nos indican el éxito de una película, las respuestas negativas, como muchas con las que se topó Sergei Eisenstein y por las que algunas de sus películas tardaron en publicarse o incluso se cancelaron, son las que más hablan sobre una realidad social que a muchos no les gusta aceptar.

Tags:

Comentarios