La película de acción y ciencia ficción El único, estelarizada en el 2001 por Jet Li, se convertiría en la más emblemática del actor al tiempo que abordaba la temática del multiverso mediante la acción y las grandes secuencias de pelea que hoy en día la han convertido en una cinta de culto.
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La trama da inicio en un universo alterno, en donde el ex-oficial de la Autoridad del Multiverso, Gabriel Yulaw se encuentra a la caza de todas sus variantes en el multiverso para así absorber sus energías vitales y convertirse en “El único”. Al adquirir este tipo de energía, Yulaw poco a poco va ganando poder físico y habilidades de pelea. Mientras dos agentes de la AdM intentan regresar con Yulaw a su mundo para ser sentenciado por su crímenes, este se encuentra en la búsqueda de su última variante, un oficial de Los Ángeles de nombre Gabe, que durante años recientes ha estado experimentando aumentos de fuerza, velocidad y capacidad mental.
Las reglas de esta historia parten del hecho de que los viajes a través del multiverso se han alcanzado a través de la tecnología y ésta a su vez es parte de una cotidianidad —al menos en el sistema penitenciario de su mundo. De esta forma existe una entidad como la Autoridad del Multiverso, capaz de velar por su constante equilibrio y salvaguardar a universos enteros de amenazas externas.
De entre el panorama general de multiversos posibles, a este modelo se le denomina multiverso cuántico, el cual parte desde puntos fijos en el tiempo, de donde se desprenden las infinitas posibilidades creadoras de las variantes. Si bien en la realidad esta parte de la física se ocupa de lo microscópico, por lo que el viaje multiversal permanece como un aspecto teórico, lo cierto es que sus reglas operan igual en la ficción y en la realidad. A esto debe agregarse el hecho de que el entendimiento de la misma física cuántica ha cambiado radicalmente en aspectos puntuales durante las últimas décadas, por lo cual es posible comprender que un apego más grande en la historia a sus leyes simplemente no era posible en ese entonces.
Los mundos alternos poseen una tradición importante dentro de la ficción especulativa, pero hasta años recientes, muchas de sus tramas se habían enfocado primordialmente en cómo los agentes externos provenientes de otros mundos afectarían el nuestro. Pero también muchas de las ficciones que abordan este tema parten del cuestionamiento ya bien conocido por todos “qué pasaría si”, jugando así con distintos escenarios posibles a partir de un mismo hecho.
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Algunos investigadores sitúan el nacimiento de este enfoque —en la ficción moderna— en el panfleto “Dudas históricas respecto a Napoleón Buonaparte”, de Richard Whately. Publicado en 1819, a tres años después de la batalla de Waterloo, este folleto puso en tela de juicio la existencia de Napoleón y pretendió demostrar que esto era, al menos, improbable. Posteriormente, el premiado ensayo del historiador Sir George Trevelyan, "Si Napoleón hubiera ganado la batalla de Waterloo", retrató a un Napoleón fatigado y pacífico, gobernando a una próspera Europa hasta su muerte en 1836. La misma herramienta narrativa fue utilizada por A. J. P. Taylor en su "Si el archiduque Fernando no hubiera amado a su esposa" —motivo por el cual no le habrían disparado en Sarajevo, y la Primera Guerra mundial no habría sucedido.
Aunque los universos que por una u otra manera se han desarrollado ajenos a nuestro mundo —siguiendo las más primordiales reglas físicas o no—, estos no son lejanos al multiverso tal y como hoy lo conocemos. Sin embargo, tanto El único como muchas de las narrativas actuales parecen enfocar su atención a las variaciones del “yo” protagonista de la historia. Aunque claro, el MCU parece ser el que lleva ventaja en este tipo de historias.
La implicación principal en este método es contar una misma idea general con todas sus variantes posibles. En algunas ocasiones es desdoblar muchas de las cualidades psicológicas de un personaje sometido a un mismo contexto, pero en muchas otras se trata precisamente de este contexto externo que ha sufrido cambios radicales, los cuales repercutirá directamente en el personaje representado. El único nos deja ver un poco de todas las posibilidades del personaje de Gabriel Law, algunas cercanas a su realidad y otras extremadamente opuestas a lo que, en esencia, hace que él sea él. Así esta exploración psicológica pronto cae en los terrenos de lo psicológico propuesto en la ficción de los mundos alternos, en donde entre en juego la alteridad.
Esta se articula desde las experiencias de la diferencia y lo extraño y suele ir de la mano al referirse a lo otro desde una perspectiva filosófica como condición de alteridad humana. Para las sociedades, la alteridad se encuentra ligada al encuentro de dos culturas, lenguas, costumbres e ideologías, pero hacia el interior de una persona puede llevar tanto al autodescubrimiento como a la disociación y todas sus implicaciones psicológicas.
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La alteridad hace alusión a una realidad distinta —el yo— donde siempre es necesario su contraste con la otredad —el otro— para lograr este análisis. Esto genera rupturas entre ambas realidades, dejando incertidumbres, preguntas y ansiedad a su paso, —en el caso de las experiencias disociativas, la psicosis—en las que ambas facetas coexistiendo en una sola realidad son incapaces de coexistir. Ciertamente, este es el planteamiento general de El único.
Un alter ego tiene la función de la proyección del otro, que atrae y horroriza al mismo tiempo, incorporando elementos exteriores e interiores de un mismo ser, y que habitualmente provienen de la oscuridad reprimida en su interior. Así, esta narrativa también se adentra en el concepto de lo ominoso y el otro desconocido, que muchas veces se puede llegar a reconocer en el espejo. Si bien el personaje de Gabe nunca llega a estos extremos, queda claro que tanto Yu-Law como Lawless se conectaron con este aspecto de sus yo.
A su vez este concepto puede encontrarse vinculado a la alteridad de aquel proveniente de una cultura distinta a la nuestra. La autora Judith Halberstam apunta sobre el concepto de abyección de Julia Kristeva, que esta se ancla dentro de un cuerpo, un cuerpo extraño que retiene cierta familiaridad y que, por lo tanto, confunde el límite entre el yo y el otro, internándose en las categorías psicológicas y los procesos sociopolíticos, donde se expone a la xenofobia funciona como contenedor para todo tipo de temores: sexuales, políticos, nacionales, culturales, económicos.
Aunque es verdad que el momento histórico del estreno de esta película dista mucho de ser el de la industria receptiva en materia de representación a minorías, lo cierto que es quizá justamente por esto que en su momento significó mucho más para la comunidad asiática que la cinta fuera liderara por un actor de Singapur. Y es que justamente esta la función de la multiplicidad de un mismo personaje, explorar todas sus posibilidades dentro de un género que permite imaginar mejores caminos para la humanidad.
A pesar de que la película no centra su trama en la exploración de su multiverso, el final de la historia está muy ligado a los nociones previamente expuestas, e incluso podría afirmarse que este deja abierta la puerta a una secuela que en esta ocasión sí se adentrara en muchos más de sus universos. Si esto sucediese, su modelo de multiverso cuántico se encontraría en el centro de la narrativa. Así, este modelo deja en el aire múltiples escenarios en los que Jet Li pueda regresar para seguir haciendo alarde de su maestría en múltiples artes marciales.
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