Se odia a la crítica por consideraciones que atienden a la razón o la emoción, ambos casos dignos, legítimos cuando hay causas pensantes. La reacción más común es vilipendiar a quien se enfrenta a los críticos, cual si de chimpancé carente de cerebro se tratara. He ahí un error. Todos tienen derecho a imputar traspiés a la diatriba y denunciar cuanto considere de subjetividad imprudente o, sencillamente, por antagonismo con los supuestos en los que se basa una afirmación de analistas especializados —entre los cuales sí abunda una cantidad espeluznante de chimpancés prófugos del sótano del Sr. Burns. Lo más sano es que la gente piense por sí misma. Pretender que quienes deciden increpar a los críticos están mal, es tan absurdo como quienes patalean frente a un juicio estoico y severo con observación aquilina.
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En el caso de Tomatazos vemos todos los días cómo esto ha dañado la relación con lectores devotos de mitologías, autores, guionistas, directores y actores. Como si dicha devoción o gusto particular se sintiera ofendido por las ideas vertidas en desfavor de sus deleites personales. De ahí que decidiéramos distinguir los enojos más comunes y señalar uno en particular en el que tienen toda, absolutamente, la razón quienes nos fiscalizan. Antes de llegar a esa molestia justificada, procedamos con los tipos de enojo menos alentadores (y sí, en ocasiones, oprobiosos) que la crítica suscita:
Ira pura
Aquí ya no importa lo que el administrador de redes sociales, autor al caso o noticia declaren. Automáticamente se asume como negativo por un asunto de prejuicio y se procede al ataque directo. Violencia verbal, escrita o vomitada, con las peores calumnias, afrentas y demás delicadezas propensas a ruborizarnos cual los rojitos tomates que somos. A veces hasta lloramos. (Somos muy sensibles.) Básicamente funciona así:
—¿Te gustó Iron Fist? A los críticos tampoco. Aquí te presentamos… [por ejemplo… [Artículo] Iron Fist tiene calificación podrida en el Tomató]
—¡Malditos fascitas!, ¡cómo los odio! Por engendros como ustedes sufre la crítica y nadie quiere ir al cine a ver buenas películas. ¡¡¡MUÉRANSE!!! Por favor, que alguien acabe con este medio de mi…
Etcétera. Se trata de una reacción estrictamente emocional a cuanto el medio representa para el individuo, su comunidad, sus amigos, los comentarios que leyó en la red y, puramente, quiere ser popular. O sí nos odia, hay que decirlo.
Lo que es importante apuntar es que no se descalifica al análisis. Se aplica una falacia, mejor conocida como argumentum ad hominem: se pretende demostrar que algo es falso porque quien lo dice carece de autoridad. Esto se mezcla a veces con una falacia de argumentum ad logicam: el error silogístico de un autor de Tomatazos pesa al grado de que se adjudica el mismo relajito a todos los que están involucrados en el medio. Pero aquí lo resumimos como: la falacia de mentar la madre porque A hizo X y odio X, por lo tanto, odio a A, así que @/%#¡¡!!@|°. Menos elegante, pero más mexicanamente civil en su proceder.
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Ridiculización
Durante nuestra última terapia con el doctor Jonathan Crane descubrimos que somos víctimas constantes de la falacia del espantapájaros. Palabras más, palabras menos: caricaturizan los argumentos de los críticos, los autores, tergiversando o permutando el verdadero significado (comúnmente con giros hiperbólicos) para así crear un asidero que admita patadas voladoras, así sean inmerecidas… o el asidero sea el cabello de una dulce e inocente abuelita. Es decir: los haters al caso o personajes con ganas de increparnos, no combaten los argumentos puntuales, sino una burda imitación y extremadamente vulnerable de estos. Así, cómo no van a vencer en la trifulca. Ejemplo:
—#IronFist no fue bien recibida por la crítica y tiene calificación podrida en el #Tomatómetro. Aquí todos los detalles de por qué fracasó frente a la opinión especializada. [Algo parecido a: [Artículo] Iron Fist: aciertos, referencias, cameos y estupi]
—Tomatazos, ¿por qué dices que Iron Fist es una bazofia? Que a un puñado de críticos no le haya gustado no significa que sea tan mala como afirmas, no digas tonterías. ¿Qué dijo el público? De ese no dices nada, ¿verdad? Lo omites porque en tu lógica, carece de relevancia.
El chiste se cuenta solo. Nunca diríamos que la serie es una bazofia ni lo dice el post de ejemplo. Tampoco dijimos que fuera “mala”, sólo reprobada en calificación. No omitimos al público por dolo, sino por irrelevancia con el tema a tratar. Sólo queda barrer la paja de tan ridículo espantapájaros.
Consuelo antiguo y de muchos
Asumir que una práctica por la que ha pasado (lastimosamente) una película o género desde tiempos remotos y con extrema cantidad de ejemplos justifica dicha práctica es (chin, en serio, no son ganas de molestar a nadie) falso. Por ejemplo:
—El estudio no ha garantizado que realmente habrá una película del superhéroe tras su aparición en [película random con exceso de superhéroes, cualquier facción de su desagrado, dígase Capitán América: Civil War o Batman vs Superman: El Origen de la Justicia].
—Ay, Tomatazos, ¿qué eres tonto? Ningún estudio nunca ha dispuesto si hará películas de algún personaje hasta no haber probado su popularidad en taquilla o juguetes. Cómo puedes especular tonterías. De veras.
Así que las declaraciones ligeras de noticias ligeras que no suscitan más que interés momentáneo será mejor evitarlas. Caray. Pues resulta que no, no es algo malo especular sobre algo que ha perdido su lógica desde la llegada de nuevos modelos de negocio, como en el ejemplo anterior. También, hay nuevos modos de hacer cine, como acontece con ciertas películas contemporáneas de terror (La Bruja, Voraz) o de acción (John Wick 2: Un Nuevo Día para Matar, Logan) donde se exploran distintos carices fílmicos y es prudente preguntarse si sólo por reproducir patrones tradicionales algo está bien o mal. En una noticia, artículo, etcétera. Incluso en series.
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Riqueza mata crítica
Sí, esto es un negocio. Es el tipo de economía en la que el cine está imbuido, pero no se determina la calidad fílmica por la cantidad de billetes que genera. Ni siquiera es así en los negocios actuales: Twitter no vale millones de dólares por su facturación, sino por su audiencia, por ejemplo.
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Así que no, la taquilla, aunque importante, significativa y orientada a que esas riquezas generen más fortunas cinematográficas o se dé continuidad a proyectos grandes –sagas, segundas partes, spin offs–, tampoco indican calidad, sólo aforo y facturación.
Este argumento, ad cruneman, “que le dicen”, es muy común cuando, digamos Escuadrón Suicida o alguna otra película que tiene un fenómeno maniqueo económico-tomatométrico insalvable, aparece. Recientemente sucedió con Power Rangers. Eso no significa otra cosa que la crítica no está de acuerdo con la economía que suscita la película. ¿Quién garantiza que la alta facturación equivalió a satisfacción igual de rebosante por parte de quienes pagaron los boletos?
Este contraataque suele asociar facturación con satisfacción de la audiencia. Tampoco es correcto. Una película habrá generado la billetiza del año, pero también puede odiarse en la misma medida por sus espectadores, quienes habrán pagado por un mal rato. Así que no: la riqueza no es argumento cinematográfico, sino industrial, comercial y económico. Buen negocio, diríamos.
Amor de audiencia mata crítica
Volumen de personas amantes de una película no la hacen una película digna del aplauso para quienes se dedican al brete. Del mismo modo que Crepúsculo no es una pieza literaria con argumentos suficientes para figurar en un curso de filología contemporánea sólo por la cantidad de fans que aglutina.
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Está bien que haya mucha gente que vea estas películas, pues eso da de comer a sus trabajadores, pero vamos: es necio abundar en algo así. Igual que el enriquecimiento, la opinión de la audiencia no tiene por qué estar del lado de la crítica y viceversa. Se trata de respeto por lo que hace el otro: uno ve por entretenimiento, el otro por oficio y discernimiento. Ni siquiera tendrían que cruzarse si el espectador prefiere mantenerse sin especular durante una proyección.
Esto deriva en un alud de argumentos tramposos. Ahí está el ad nauseam (repetir hasta el cansancio que algo es verdad porque es verdad porque es verdad… como decir que La Vigilante Del Futuro: Ghost In The Shell es buena La Vigilante Del Futuro: Ghost In The Shell es buena La Vigilante Del Futuro: Ghost In The Shell es buena…); ad novitatem (algo es bueno porque, carnal, es lo de hoy); y por supuesto, ad populum (harta banda lo dice, entonces tiene que ser cierto). Es tan falso como pretender que el Tomatómetro tiene la verdad sobre lo buena o mala que es una película. Sí, es un parámetro. Sirve como pivote para leer crítica de cine. No es una verdad absoluta.
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Argumento de imparcialidad
Hemos llegado al punto en el que debo dar la razón a los lectores que critican la parcialidad del Tomatómetro. Verán, no es un asunto tan sencillo. De hecho, se requiere de su apoyo para que este asunto cambie.
La mayor parte de los críticos indexados en el Tomatómetro son de habla inglesa –un volumen muy elevado de estadounidenses, por supuesto– o pertenecientes a medios de comunicación, la mayoría de las veces, mainstream y enfocados a entender las películas como un asunto de ocio. De hecho, la sección de cine en estos casos está más emparentada con la sección de espectáculos que con la de cultura, por ejemplo. Automáticamente, aunque abordan al oficio per se, su lectura es, primero, la de valorar un producto de ocio.
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Aunque hay quienes escapan a las clasificaciones o quienes se cuecen aparte en sus análisis, lo cierto es que hay tres grandes grupos dominantes en medios de comunicación con secciones o especializadas en cine y televisión:
- Quienes juzgan a partir de la nitidez narrativa y los usos y dictámenes expresivos de cierta tradición guiada hacia –aunque no exclusiva de– el puro entretenimiento. Es decir, ven al cine como una cuestión de ingeniería donde la creatividad se encauza a divertir y conectar retórica y sensiblemente con el espectador. Puede haber oficio, arte, sí, mucha capacidad inventora y transformadora, pero lo importante es que se cumplan expectativas basadas en la claridad, congruencia, accesibilidad y otros puntos clave de este tipo para considerar que una pieza funciona o no.
- Quienes son capaces de involucrar ambas cosas para adjetivar una película. Es decir, quien discierne qué quiere hacer cada cineasta a cargo, cuál es el propósito y a partir de ello indicar la relevancia o el pormenor de una película. Emplea los dos criterios previamente establecidos para balancear su dictamen y decidir si algo vale la pena tanto por lo que aporta al cine como por los logros estilísticos encaminados a cumplir un objetivo narrativo específico (uno comercial, uno estético o incluso de carácter histórico, político y/o informativo).
Por una cuestión meramente demográfica, la segunda clase de críticos y opinólogos indexados en el Tomatómetro, prevalece e impone su visión en las calificaciones que arrojamos. Incluso entre ellos no hay consenso puro; sí una tendencia a privilegiar ciertas formas de narrar. El tercer tipo de crítico, de una madurez considerable, también abunda, aunque en menor medida. El primero, que probablemente podría equilibrar la balanza, ha mostrado poco o nulo interés en formar parte de Tomatazos —o Rotten Tomatoes, para quienes ya conocen el medio estadounidense.
Esta tendencia, propia del segundo tipo de críticos, se asocia fácilmente con una tradición eminentemente hollywoodense. Cuanto se apegue a un patrón de esa visión –o multiplicidad de visiones provenientes de un criterio común–, entonces se acercará a lo que ellos consideran buen cine. Y la casa productora que ha dictado desde hace décadas cuál es el buen cine según el tipo de composición que más le funciona, es Disney.
Esto puede notarse en los juicios que ejercen los críticos al fruncir el ceño con películas que salen de las escuadras y compases que suelen emplear productores, guionistas y directores que proceden de esta veta, misma que ha redituado tanto en excelentes películas como en bodrios y cuantiosos éxitos irrefutables de taquilla.
Estamos conscientes que tenemos una gran cantidad de críticos con esta forma de percibir y calificar el cine. Así que este texto, espero, sirva como pivote para invitarlos a que nos ayuden a sumar a críticos que tengan una visión diferente, que ayuden a compensar los porcentajes desproporcionados que reciben algunas películas. Aquí abajo, la convocatoria para todo aquellos que deseen sumarse a esta iniciativa:
[Artículo] Convocatoria: ¿eres crítico o medio especializado
- Quienes son capaces de involucrar ambas cosas para adjetivar una película. Es decir, quien discierne qué quiere hacer cada cineasta a cargo, cuál es el propósito y a partir de ello indicar la relevancia o el pormenor de una película. Emplea los dos criterios previamente establecidos para balancear su dictamen y decidir si algo vale la pena tanto por lo que aporta al cine como por los logros estilísticos encaminados a cumplir un objetivo narrativo específico (uno comercial, uno estético o incluso de carácter histórico, político y/o informativo).