RESEÑA: Mejor que Nunca | Un intento fallido de dignificar la vejez

En esta época de lo políticamente correcto, es común ver filmes que busquen crear empatía o dignificar a diversos sectores o individuos. Tal es el caso de las cintas body positive, como la reciente Dumplin' de Netflix, o las producciones con un protagonista con alguna condición de salud, como Atypical o Special, e incluso la reciente ola de películas que retratan y apoyan el empoderamiento femenino.

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Ahora bien, en muchos casos el resultado es exitoso como en Pequeña Miss Sunshine - 91%, que evidencia y ridiculiza los estereotipos de belleza, o, incluso, Mujer Maravilla - 92%, que le ofreció otra perspectiva al cine de superhéroes. Sin embargo, lo importante es no forzar demasiado un mensaje y mantener un relato coherente y con buen ritmo.

La vejez es un tema que se ha abordado desde diferentes perspectivas en el cine. Desde la parte cómica como Un Golpe con Estilo - 48%, o una mezcla cómica-dramática como Antes de Partir - 41%, hasta algunas un poco más románticas como Nosotros en la Noche - 91%. No obstante, siempre tocan, de alguna manera, el hecho de que esta etapa no es sinónimo de muerte y que aún se pueden vivir muchas cosas.

Mejor que Nunca - 38% es una nueva película protagonizada por la consagrada Diane Keaton, que ha sorprendido agradablemente a la crítica en cintas como Reds - 94% y Dos Extraños Amantes - 98%, que le valieron una candidatura y un premio Oscar, respectivamente, por su trabajo.

Dirigida por Zara Hayes, Mejor que Nunca, cuenta la historia de Martha (Keaton), una mujer que se muda a una residencia de ancianos y, animada por su vecina Sheryl (Jacki Weaver), comienza un equipo de porristas, con otras residentes, por diversión. Pronto se convierte en algo serio cuando deciden participar en una competencia. De esta manera, demostrarán que nunca es tarde para cumplir sus sueños.

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La cinta es una comedia con tintes dramáticos, que pretende demostrar que la vejez puede ser una etapa llena de vida. Sin embargo, la forma en la que se busca conseguir esto es por medio de la ridiculización de los personajes, lo cual, por momentos, tiene sentido y resulta hasta divertido, pero termina con el propósito del filme.

Otro problema de la película es el ritmo, pues no fluye como debería, esto es porque no se mezclan de manera correcta los momentos dramáticos y los cómicos. Entonces, al final resulta demasiado de ambos. Las escenas que tendrían que conmover sólo incomodan y las que tendrían que provocar carcajadas sólo cansan.

En cuanto a las actuaciones, Diane Keaton interpreta a una mujer que padece cáncer y que está muriendo, sin embargo, encuentra en las porras un motivo para disfrutar sus últimos días, en compañía de sus amigas. A lo largo de toda la cinta Keaton se ve acartonada, tal vez por el mismo papel, pero esto sólo provoca que se vea irreal, pues carece de los matices naturales. Por otra parte, Jacki Weaver, quien le da vida a Sheryl es, quizás, lo mejorcito de la cinta, al presentar a una mujer de mentalidad abierta, que disfruta la sexualidad y se muestra segura. Es en ella en quien recaen la gran mayoría de momentos cómicos y los sabe manejar, sin embargo, el problema fundamental de la película es el guion, por lo que a la mitad de esta ya se siente que fue demasiado de todo.

Los otros personajes femeninos que pertenecen al equipo de porristas, interpretados por Rhea Perlman, Pam Grier, Celia Weston y Phyllis Somerville, son totalmente grises, tienen, en el mejor de los casos, sólo un momento divertido y lo demás parece relleno. Pero, sin duda, los papeles que se ven totalmente forzados y que, además, los actores no hicieron nada para ayudarse son los de Alisha Boe, quien interpreta a una joven animadora que ayuda al equipo de Martha como coreógrafa, y el de Charlie Tahan, quien le da vida al nieto de Sheryl. Ninguno de los dos aporta algo importante a la trama y todo el tiempo se ven sobreactuados e incómodos.

El resultado final de la cinta es un producto mal logrado, que se siente interminable y que no dignifica, para nada, la vejez, al contrario la ridiculiza, no por el hecho de presentar animadoras de la tercera edad, sino por la forma en cómo lo hace. Además, es evidente la ausencia de un guion sólido, pues todo el tiempo parece que los actores tratan de rellenar huecos, ya sea con bromas o lágrimas.

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