Stan Lee comparte un texto de 1968 contra la intolerancia

El sábado pasado murió una persona y 19 resultaron heridas durante las manifestaciones y disturbios en Charlottesville, Virginia, Estados Unidos. El presidente Donald Trump condenó los hechos sin especificar a los responsables y refiriéndose a la violencia “de ambos bandos”, lo cual hizo enfurecer a varias celebridades que publicaron su descontento por las redes sociales. Sin embargo, una leyenda del mundo del cómic (y del cine actualmente) también hizo un extenso comentario, pero con palabras traídas desde el trascendental año 1968: Stan Lee .

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El texto originalmente aparecido en la columna Stan’s Soapbox tiene casi 50 años y fue publicado el mismo año que fue asesinado Martin Luther King Jr. Lee peleó en la Segunda Guerra Mundial y en una época de grandes cambios de consciencia como fue la década de 1960 se sumó al discurso de la tolerancia, que subió a su Twitter y que compartimos con ustedes a continuación:

Vamos a ponerlo en claro. La intolerancia y el racismo están entre los más mortíferos males sociales que están plagando el mundo hoy. Pero, a diferencia de un equipo de súper villanos disfrazados, no pueden ser detenidos con un puñetazo, o con una pistola de rayos. La única manera de destruirlos es exponerlos para revelarlos por los males insidiosos que realmente son. El intolerante es un odiador irracional, que odia ciegamente, fanáticamente, indiscriminadamente. Si su complejo es con los hombres negros, odia a TODOS los negros. Si un pelirrojo lo ofendió una vez, odia a TODOS los pelirrojos. Si algún extranjero le gana un trabajo, irá contra TODOS los extranjeros. Odia a las personas que nunca ha visto -personas que nunca conoció- con igual intensidad -con igual veneno. Ahora, no estamos tratando de decir que no es razonable que un ser humano moleste a otro. Pero, aunque cualquiera tiene el derecho de que le desagrade otro individuo, es totalmente irracional, patentemente insano condenar a toda una raza -despreciar a una nación entera- vilipendiar a toda una religión. Tarde o temprano, debemos aprender a juzgarnos por nuestros propios méritos. Tarde o temprano, si el hombre alguna vez ha de ser siempre digno de su destino, debemos llenar nuestros corazones de tolerancia. Porque entonces, y sólo entonces, seremos verdaderamente dignos del concepto de que el hombre fue creado a la imagen de Dios -un Dios que nos llama a TODOS sus hijos-.

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