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Érase una vez un set | Pesadilla de la Calle del infierno: Wes Craven y el legado de Freddy Krueger

Descubre los secretos detrás de Pesadilla en la Calle del Infierno, donde la visión personal de Wes Craven sobre el horror y los laberínticos conceptos filosóficos del sueño y la realidad se enfrentaron a un sin fin de obstáculos antes de materializarse en la gran pantalla.

La construcción de una de las sagas de horror más emblemáticas de Halloween, como lo es Pesadilla en la calle del infierno (15%) nos ha regalado momentos icónicos que ya han quedado grabados en la historia de la cultura pop gracias a su inmortal villano, Freddy Krueger. Pero lo que quizá ignore gran parte de la audiencia es que esta historia se encuentra íntimamente entrelazada con los recuerdos y experiencias personales del director Wes Craven, convirtiendo la película en un viaje a través de los laberintos de su propia vida.

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En un universo donde el mal adopta la forma de El Hombre del Sombrero, el icónico asesino en serie que siembra terror en los sueños de sus víctimas. Este escalofriante fenómeno cinematográfico, ideado por un director visionario, trascendió las fronteras de la pantalla para penetrar profundamente en los recovecos de la industria del entretenimiento.

Con su guante de cuchillas afiladas, Freddy llevó a lo más alto el horror carismático, pues nadie puede negar que, como muy pocos villanos en la historia del cine, y muy particularmente en el de horror, la “pesadilla encarnada” es uno de los personajes con los que la audiencia más se divierte.

Fotografía del elenco principal detrás de escenas

Desde apariciones en videojuegos y programas de televisión —como el legendario episodio el Especial de Noche de Brujas de Los Simpson, hasta su inclusión en canciones, la influencia de Krueger se extiende más allá de la pantalla convirtiéndose en un ícono del horror que ha resonado en la psique colectiva de generaciones enteras. Pero toda gran figura del horror posee una gran historia detrás.

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Pesadillas Hmong y el Síndrome de Muerte Asiática

La semilla de la película se plantó en los oscuros recuerdos de los refugiados Hmong, quienes, después de escapar de la devastación en China, hacia países como Laos, Camboya y Vietnam, se vieron acosados por pesadillas perturbadoras y misteriosas muertes durante el sueño. Este fenómeno, denominado el Síndrome de Muerte Asiática, afectaba principalmente a hombres adultos, y Craven descubrió estas historias a través de pequeños artículos en el Los Angeles Times. Asimismo, la canción Dream Weaver de Gary Wright proporcionó no sólo una ambientación artística, sino también un motivo musical crucial para la película.

Pero Craven tenía un plan para hacer que las historias de estos refugiados fueran recordadas para siempre, pues también incorporó elementos de religiones orientales a lo largo de la película. Además, su proyecto estudiantil de 1968, una parodia de películas de terror, filmado a lo largo de Elm Street en Potsdam, Nueva York, bien puede sumarse a la inspiración inicial para su ambicioso proyecto.

Por su parte, Freddy Krueger, se remonta a la propia juventud de Craven, pues la figura de un anciano fuera de la ventana de su casa lo inspiró inicialmente, aunque el cineasta ajustó la narrativa para retratar a Krueger como un asesino de menores. La elección del nombre provino de sus experiencias personales de acoso escolar, mientras que los colores rojo y verde de su suéter se basaron en la sensibilidad de la retina humana a las diferentes longitudes de onda de luz de estos colores.

Pero para lograr su gran cometido, Craven decidió diferenciar a Krueger de otros villanos, optando por una máscara facial quemada y cicatrizada, permitiendo a su personaje expresarse de manera única y conseguir un sello de horror. La elección del guante con cuchillas de carne, en lugar del convencional cuchillo, fue un toque deliberado para infundir un terror más inusual. Aunque se barajó la posibilidad de una hoz, el icónico guante se convirtió en la elección definitiva durante las etapas finales del desarrollo del guión.

La odisea financiera y creativa detrás del mundo de Freddy Krueger

La película se gestó después del trabajo de Craven en El Monstruo del Pantano (64%), no fue bien recibida inicialmente por los estudios. Sin embargo, hubo un hombre valiente que vio su potencial cuando otros lo pasaron por alto. Bob Shaye, el fundador de New Line Cinema —una empresa con recursos económicos limitados— arriesgó su carrera y apostó por este proyecto.

Y es que el aspecto financiero también desempeñó un papel crucial en la película. Shaye ha confesado que una llamada que recibió del jefe de adquisiciones de Paramount, sentenció que no tomarían la cinta. La razón: el fracaso reciente de otra película centrada en los sueños, que hizo que Paramount fuera cauteloso respecto al género. Este rechazo resultó ser una bendición disfrazada, ahorrándole a Shaye millones de dólares y asegurando la independencia financiera de New Line Cinema para la futura franquicia.

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Pero este no sería el único golpe de suerte que sufrirá la producción, pues durante un corto periodo de tiempo la película estuvo al borde de no realizarse. Shaye ha declarado sobre un problema de último minuto con los fondos, que fue resuelto gracias a la intervención de un benefactor anónimo, afirmando: "Casi perdemos la oportunidad de dar vida a Freddy Krueger y su reinado en los sueños".

La visión de Shaye, iba en contra del típico glamour de Hollywood, pues deseaba imprimir autenticidad a la historia, y la encontró en Heather Langenkamp, una actriz que a sus ojos irradiaba temple y autenticidad. Su elección no se trató sólo de una cuestión de talento actoral, sino de encarnar la vida cotidiana y la valentía que Shaye buscaba para el personaje de Nancy. El proceso de audición, en una abarrotada oficina de casting en Hollywood, fue crucial, pues Langenkamp, con su descripción única del sueño durante la audición, se destacó en su prueba.

En cambio, Johnny Depp, entonces un actor desconocido, se topó con el papel de Glen de una manera bastante fortuita. Inicialmente, el personaje fue concebido como un estereotipo de "jugador de fútbol grande, rubio, deportista de playa", muy lejos de la apariencia del propio Depp. Sin embargo, las hijas de Wes Craven, ante la tarea de seleccionar entre los retratos, eligieron la foto de Depp de la serie. Esta decisión casual catapultó a Johnny Depp al mundo del cine de terror, marcando el comienzo de una carrera notable. Curiosamente, Charlie Sheen también estaba compitiendo por el puesto, pero las negociaciones fracasaron debido a consideraciones financieras.

A su vez, la tarea de encontrar al villano perfecto, no fue menos desafiante. Inicialmente se consideró para el rol al galardonado actor clásico, David Warner, e incluso se llegó a considerar al intérprete del mismísimo Jason Voorhees, Kane Hodder. Pero el director no podía encontrar un actor para interpretar al Krueger con el sentido de ferocidad que buscaba, ya que durante las audiciones todo el mundo era demasiado callado o demasiado compasivo con los niños. Finalmente, fue el turno de Robert Englund , quien era tan alto como Craven esperaba ni de la edad esperada, pero quedó impresionado por su capacidad de evocar la oscuridad que el personaje demandaba.

Sangre, sueños y efectos especiales

Para construir una obra maestra del terror de este calibre, fue necesaria una intrincada red de decisiones creativas y desafíos superados. Desde el inicio del rodaje el 11 de junio de 1984, hasta su conclusión 32 días después en Los Ángeles, California, el equipo enfrentó múltiples obstáculos que dieron forma a la película que se convertiría en un hito del género.

La elección de locaciones estratégicas se convirtió en un elemento clave de la película. La secundaria John Marshall, famosa por su presencia en producciones icónicas como Vaselina (78%) y La Chica de Rosa (79%), fue el escenario para la escuela de los protagonistas. La casa de Nancy, con la dirección ficticia de 1428 Elm Street, es, en realidad, una residencia privada en 1428 North Genesee Avenue.

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En medio de un ambiente tan sangriento, la sorprendente cantidad de 500 galones de sangre falsa fue utilizada para efectos especiales, con la escena del géiser de sangre como un punto culminante. La sala de calderas de Freddy, fue detalladamente desarrollada, aunque no completamente utilizada, y sirvió para revelar una peculiar faceta del él rodeado de objetos peculiares y horripilantes.

Y la creatividad de los efectos prácticos no se limitó a esto, pues la escalera que se derrite en el sueño de Nancy, inspirada en las pesadillas de Shaye, productor de la cinta, se creó utilizando una mezcla para panqueques. La escena de la bañera, donde Freddy ataca a Nancy, empleó un contenedor especial sin fondo colocado sobre una piscina, con una especialista reemplazando a Heather Langenkamp para la secuencia submarina.

La escena en la que Freddy camina entre los barrotes de la prisión se resolvió mediante una meticulosa triangulación de la cámara y uso del rotoscopio, creando la ilusión de que la figura de Freddy pasaba sin problemas a través de los barrotes. Además, se incorporaron efectos innovadores, como el ciempiés que sale de la boca de Tina, donde inicialmente se intentó usar uno de goma, pero que finalmente se consiguió con un ciempiés real emergiendo de una escultura de arcilla.

Guiños y decisiones finales: Un éxito para la posteridad

Mientras Craven rendía homenaje a otras obras de terror a lo largo de la película, incluida una escena en referencia a El Despertar del Diablo (96%) de Sam Raimi, la conclusión de la película fue un objeto de deliberación creativa, cargada de una visión filosófica de la realidad y los sueños. Gracias a un cambio exigido por New Line, la icónica secuencia del sueño dentro de un sueño dentro de un sueño, una elección que resonó en el equipo a pesar de la desviación del concepto inicial del director.

Siguiendo con esta carga simbólica en su narrativa, a lo largo de la película, la relación entre Nancy y Freddy no fue simplemente una confrontación de terror, sino una exploración más profunda de las fuerzas arquetípicas del bien y el mal. Tanto Craven como Englund la abordaron como una tragedia griega, donde ambos personajes representan más que simples antagonistas.

Las grandes secuelas de horror también tuvieron sus propias batallas creativas, especialmente en relación con el destino del icónico Freddy Krueger. Mientras Shaye imaginaba un gancho para una secuela con Freddy al volante de un autobús, que lo señalaría indiscutiblemente como el vencedor de la historia, Wes Craven abogaba por preservar la victoria de Nancy sobre el demoníaco personaje. Y justamente este aspecto ha sido uno de los más certeros en la mitología del personaje, pues su capacidad de “ser derrotado# y regresar una y otra vez de la muerte formaría parte de su faceta más caricaturesca con la que el personaje lograría una notoria longevidad.

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La búsqueda del final perfecto fue una odisea para el equipo. Shaye ha declarado cómo fue que en una larga mañana de sábado probaron diversas alternativas antes de llegar al que consideraban la conclusión más efectiva. En adición, un giro de último minuto, literalmente, cuando los editores se dieron cuenta de que el final que tenían no era el adecuado, se vivió una carrera contra el tiempo para asegurarse de que el último rollo con el desenlace correcto estaba en su poder.

Fue así como Pesadilla en calle del infierno concluyó su rodaje en julio y se preparó para su rápido estrenó en noviembre, marcando no solo el nacimiento de Freddy Krueger, sino también el comienzo de una franquicia que cambiaría el panorama del cine de terror. Un momento decisivo para la saga llegó cuando John Waters, cineasta y conocedor de la cultura pop, llamó al productor después de una proyección de la cinta en Baltimore para declarar que tenían un éxito en sus manos. Este respaldo temprano ayudó a consolidar la confianza en el proyecto y sentó las bases para el éxito continuo de la franquicia.

De esa manera, después de un abrumador recibimiento del público, Shaye ha destacado en reiteradas ocasiones cómo es que una película de bajo presupuesto se transformó en un fenómeno cultural, mismo que se vio reflejado en los costos de producción contrastados con las cifras de taquilla. Desde la original hasta las posteriores secuelas, cada entrega contribuyó al legado duradero de la Pesadilla en la historia del cine de terror.

Paralelamente, la película se convirtió en el catalizador de una nueva ola de terror a principios de la década de los ochenta, desafiando las convenciones del género y atrayendo a un público hambriento de efectos especiales innovadores y narrativas que trascendían los límites de la ficción. Trascendiendo las expectativas del terror de su tiempo, esta no sólo fue una película que aterrorizó a audiencias en los años ochenta y noventa, sino que se convirtió en una moderna mitología que exploraba temas más profundos dando pie así a una reinvención del género.

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