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Hasta que la Boda nos Separe | una celebración al patetismo

Tropicalizando la película rusa Gorko!, Santiago Limón debuta en el largometraje con una comedia simplona que se regodea en el estereotipo y clasismo para revelar la peor parte del mexicano

Escribir sobre Hasta Que La Boda Nos Separe (91%) podría ser más entretenido que verla porque a pesar de que la película es un ensalzamiento al patetismo más ramplón del “mexicano” (punto que se retomará líneas adelante), señalar los desaciertos de una película cuyo base es el regodeo del estereotipo, resulta ser un ejercicio catártico necesario. Sucede que el debut en el largometraje de Santiago Limón, quien también se ha desempeñado como asistente de dirección y guionista en varias producciones entre las que destaca La Boda de Valentina (35%), es casi un reto a la tolerancia del espectador quien verá desfilar por sus ojos una colección de personajillos y situaciones de mal gusto que pasan a ser la materia prima de esta comedia.

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Sin embargo, la pieza no es un producto original de Santiago Limón o bueno, no en su mayoría ya que, Hasta que la Boda nos Separe es una tropicalización de la película rusa de 2013, Gorko! (Kiss Them All!), dirigida por Zhora Kryzhovnikov. Kryzhovnikov, quien también escribió el guión de la original junto a Aleksey Kazakov y Nikolay Kulikov, ellos junto con el productor Timur Berkmambetov (Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros) hicieron equipo con Limón para trabajar en la adaptación mexicana de la historia que sigue a una pareja y sus respectivas familias antes y durante la boda. Pero, gracias al estilo a lo found footage que busca presentarnos “el video de la boda”, descubrimos que Daniel (Gustavo Egelhaaf) y María (Diana Bovio) no están conformes con el tipo de boda que sus padres les organizan, por lo que deciden acudir con un planning weadding que promete hacer la celebración que tanto soñaron a la orilla de la playa, el gran problema es que ambas bodas ocurren el mismo día; es a partir de esta idea la que los guionistas pretenden crear las situaciones más caóticas que vemos en pantalla.

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Quizás hay un aspecto que la película tiene a su favor y es que es una cinta de target porque a pesar de que muestra eventos que podrían parecer burdos, hay quien gusta de ese tipo de comedia ofensiva y no tanto por las palabras utilizadas en los diálogos básicos, sino por la degradación y patetismo que hacen del mexicano porque, aunque algunos digan que todos conocemos al menos a un personaje como éstos o hemos estado en una fiesta que se descontrola y que hace que se revele la parte más desagradable de cualquiera, lo cierto es que el tratamiento que se hace de esta serie de situaciones resulta simplón rallando en lo humillante.

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Aquí no hay resortes humorísticos ni gags imaginativos, lo más “gracioso” encuentra su pináculo en la ceremonia civil cuando la licenciada menciona una serie de nombres que juegan con el doble sentido de las palabras (“DeLano”, “Spielbergas”) y que solo hacen recordarnos esos chistecillos de secundaria; el humor aquí es directo y vulgar, mostrando que la comedia goza de lo grotesco mientras revela que el regodeo del estereotipo es el motor de un argumento que tenía potencial y eligió el camino más fácil. Sumado a lo anterior, los personajes no ayudan mucho al momento de generar empatía: ella, María, es una chica totalmente insufrible con aires de niña rica; él, Daniel, un chico gris fácil de manejar procedente de una familia “común y silvestre”. Por otro lado, la propuesta visual de Hasta que la Boda nos Separe también adolece de infortunios: el estilo a lo found footage que busca asemejar a alguien que está grabando la boda de su hermano es más bien fallido al abusar de movimientos frenéticos donde los zooms arrebatados y los giros de cámara mezclados con la música estridente provocan mareos genuinos en el espectador; si con la galería de personajes ya era suficiente para sentir arcadas, la mezcla de esto aportará para lo que faltaba para asquearte.

Lo anterior solo nos deja reflexionando en la idea de que, cuando la imagen estereotipada y clasista del mexicano es utilizada en las producciones extranjeras, no faltan los quejosos que se sienten agraviados por dicha visión, entonces, si este regodeo lo utilizan las producciones nacionales, ¿tenemos que mostrar tolerancia y ser complacientes?

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