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La Leyenda del Charro Negro: fantasías mexicanas animadas de ayer y hoy

La nueva producción de Anima Estudios busca dar al público una probada de auténtica animación hecha en México

¿Cuál es el rubro cinematográfico más competido y en el que es más difícil incursionar? ¿Cine de acción, ciencia ficción, horror o drama? No, el cine animado es, por mucho, un área más complicada para adentrarse y lograr sacar adelante una producción cinematográfica. No es que hacer otros géneros no tenga retos, pero la animación es una disciplina muy específica y particular que requiere dedicación y un gran trabajo artesanal. Se necesita encontrar el balance entre la presentación visual y la historia, sin que ninguna de las dos se pierda de vista.

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El mercado del cine animado, el cual goza de gran popularidad en la taquilla global, generalmente es cubierto por apenas un puñado de estudios. Realizar animación requiere mucho más que una cámara y unos amigos con entusiasmo; es un trabajo creativo en equipo masivo que puede tomar meses o incluso años de ardua labor, una que necesita mano de obra, pero también amplios recursos, un lujo que no muchas industrias de cine del mundo pueden darse. A pesar de su poder de convocatoria, el cine animado se mantiene como una comodidad que varios dan por hecho y que incluso subestiman como un producto inferior bajo la eterna falacia de que “es sólo para niños”.

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El cine mexicano sigue en su lucha diaria por sobresalir y ser un auténtico producto relevante en lo artístico y económico. Los esfuerzos de animación han sido escuetos y limitados, principalmente al formato de cortometraje. En largometrajes son contadas las producciones independientes que han trascendido y aún así distan mucho de lo que se produce en otras regiones e industrias que pueden ofrecer cintas animadas como La Vida de Calabacín (98%) y Abril y el Mundo Extraordinario (94%). Es ahí donde entra Anima Estudios, quienes han hecho su esfuerzo por ofrecer cintas con personajes e historias que resuenen en las costumbres y los modismos de la cultura mexicana.

La serie de películas que iniciara en 2007 con La leyenda de la Nahuala, seguido de La leyenda de la llorona, La leyenda de las momias de Guanajuato (%), La Leyenda del Chupacabras (20%) y ahora La Leyenda del Charro Negro (50%), han visto al joven héroe Leo San Juan enfrentar todo tipo de leyendas en el México postcolonial. Desde aquel primer esfuerzo —hace casi diez años— el estudio ha procurado pulir su producto y ofrecer historias que atraigan a público infantil y adulto por igual con tramas llenas de aventura y humor. Con su reciente película, La Leyenda del Charro Negro (50%), los animadores ofrecen una cinta que, sin duda, divertirá a los más pequeños del hogar, pero que difícilmente logrará pasar de la anécdota y volverse una obra genuinamente memorable.

La naturaleza episódica de esta serie de películas funciona como espada de doble filo; por un lado, se percibe que los realizadores han encontrado un lenguaje fílmico con el que se sienten cómodos y con el que pueden contar una historia que va directo al grano. Por otra parte, al ver algo como La Leyenda del Charro Negro (50%) puede sentirse como un episodio de una serie animada televisiva de hora y media de duración. La película asume que el público está familiarizado con los personajes e inevitablemente llega un punto en el que tenemos a varios en pantalla que no tienen mayor razón de ser que ejecutar rutinas cómicas o decir diálogos llenos de humor de cultura pop anacrónica. Cantidad no es sinónimo de calidad y de nada sirve tener tantos personajes en escena si no resaltan en particular. Lo cierto es que Anima ya tiene una fórmula que les funciona, pero que puede tanto atrapar como perder espectadores por igual. Las referencias de cultura mexicana son bienvenidas, aunque corren muchas veces el riesgo de ser un tanto frívolas (como las pequeñas calaveritas con vida) y con ello no ser aprovechadas en su totalidad.

Las intenciones de Anima son loables y la cinta tiene el ritmo narrativo ideal para hacer que la historia no se complique innecesariamente y que el humor no sea excesivo. Es un esfuerzo plausible, aunque Anima aún está lejos de hacer esa gran cinta con la que podrán hacer más que llenar las salas de cine en México durante uno o dos fines de semana. Esperemos que dicho filme llegue en un futuro no muy lejano; de momento, el cine animado hecho en México permanece en etapa de calentamiento.

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