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Culto o bulto: El Último Boy Scout, de Tony Scott

El mordaz guión de Shane Black lanza a Bruce Willis en una persecución contra la mafia y políticos corruptos

A principios de su carrera como guionista, Shane Black redefinió las llamadas “comedias de compañeros” policiacas de Hollywood gracias a su humor ácido y en extremo oscuro. Con Arma Mortal (84%), Black Black buscaba hacer su propia versión de Harry, El sucio (95%), pero en un ambiente más contemporáneo. La cinta fue un éxito rotundo y a partir de ahí su carrera como guionista empezó a despegar.

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A pesar de haber comenzado su carrera en Hollywood en los 80, a Black le tocó coincidir con el auge de Quentin Tarantino a principios de los 90. Ambos llegaron a ser comparados debido a su gusto por las historias violentas llenas de humor, pero con el paso del tiempo ha quedado claro que Black se cuece muy aparte. El director Tony Scott se hizo en su momento de dos guiones para dos cintas de acción: La Fuga (92%), escrita por Tarantino, y El Último Boy Scout (44%), escrita por Black. Ambas serían dirigidas por el realizador con su conocido estilo dinámico para la acción. Cada una a su manera ha adquirido cierto estatus de culto con el paso del tiempo. ¿Pero exactamente que tanto?

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El guión de Black, fruto de un rompimiento amoroso con una novia suya, era aún más afilado en su humor negro, algo que se ha vuelto ya el sello de la casa del director de Dos Tipos Peligrosos (92%). Bruce Willis encarna a un detective caído en desgracia que tiene que lidiar con apuestas ilegales en el fútbol americano, además de corrupción política y una hija con un vocabulario de cantina. La cinta fue considerada en extremo violenta por los críticos y, para algunos, particularmente misógina. Esto por poner a prácticamente todos los personajes femeninos como víctimas, engaña esposos o, en el caso de la niña, como una lépera con demasiada actitud. Aparentemente no le llegó a estos críticos el memo de que no todas las historias van a tener a personajes femeninos “empoderados” en los roles protagónicos.

Black no odia a nadie en particular, simplemente retrata con su muy particular humor un mundo decadente en el que gobierna la ambición desmedida y el dinero. Nadie está a salvo de las balas o de los insultos cómicos en la cinta y nuestra dupla de héroes, conformada por Willis y Damon Wayans Jr. (quienes se odiaban en el set) no son precisamente héroes glamorosos. El deporte favorito del país de las barras y las estrellas es puesto como el marco para toda una serie de nefastos sucesos que dejarán una pila de cadáveres.

El mismo Roger Ebert no pudo evitar reconocer que la cinta estaba muy bien hecha en todos los sentidos, tanto en guión como en dirección y que pese a lo repelente del tono estaba en su obligación de señalar sus aciertos. Esto es sin duda una lección en análisis cinematográfico que muchos críticos modernos tendrían que aprender, críticos que anteponen sus agendas políticas a lo que ven en pantalla. Una película se debe juzgar por lo que es, no por lo que uno quiere que sea. Este boy scout se mantiene sumamente entretenido a la fecha, a pesar de que las buenas consciencias lo objeten. El ritmo de la trama es fluido y los diálogos de Black sumamente ingeniosos, en el mejor sentido posible. Es el tipo de cinta que difícilmente se hace hoy en día en Hollywood.

Veredicto: culto, pero solo para los que disfrutamos el humor negro como debe estar una buena taza de café en la mañana y disfrutamos también las otras cintas de Black (Kiss Kiss Bang Bang y The Nice Guys)

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