Bright | Deslumbrante idea que no logra resplandecer al máximo

En la realidad propuesta por Bright - 31%, la humanidad ha coexistido desde tiempos inmemoriales con elfos, orcos, hadas, enanos y otros seres fantásticos. En esa distopía, los elfos han formado una plutocracia con mucho poder económico y político, los orcos son una clase marginada y víctima de perjuicios raciales, y las hadas son una molesta plaga. Los humanos -curiosamente- siguen inalterables, siendo -al menos en apariencia- la raza dominante y dirigiendo el destino y dirección del mundo, y el resto de las razas debe de amoldarse a ello, para bien o para mal.

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En ese universo tiene lugar la trama que involucra a Daryl Ward un oficial de color de Los Ángeles (Will Smith) y a su compañero Nick Jakoby (Joel Edgerton), el primer orco quien recientemente ha sido aceptado como integrante de la fuerza policial, gracias a una política de inclusión. La relación entre ambos no es buena: aunque Nick hace hasta lo imposible por agradarle a Daryl y encajar, este último (al igual que sus compañeros policías) lo insulta, desprecia y se burla de él debido a su raza. Y esto se acentúa cuando, durante un patrullaje de rutina, a Ward lo hiere un orco al cual Jakoby deja escapar.

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Pero todo cambiará cuando, al atender una llamada, descubren una casa de seguridad donde al interior se topan con una elfo de nombre Tikka (Lucy Fry), quien tiene en su poder un codiciado objeto que alberga en sí un enorme poder y peligro: una varita mágica.

Cuando se difunde el hallazgo de los dos oficiales, dará inició una larga noche donde otros policías; un par de pandillas (una de latinos y otra de orcos); una agencia especial del gobierno dedicada a localizar objetos mágicos y una secta de elfos oscuros conocidos como Inferni (propietarios originales de la singular varita) se disputan el artefacto prodigioso. Mientras tratan de mantenerlo a salvo (y a su portadora), Daryl y Nick tienen la oportunidad de conocerse más a fondo, y descubrir una o dos cosas el uno del otro.

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La premisa de Bright - 31% es sin duda su mayor atractivo. Y la realidad alterna que propone es muy llamativa y colorida, ya que además de las razas antes mencionadas y otras que andan por ahí (como centauros o una criatura parecida a un strigoi de la serie The Strain), se hace referencia a un pasado donde todas esas especies sostuvieron una conflagración global en torno a un Señor Oscuro que fue derrotado, a raíz de la cual se reescribió la historia y el desarrollo de esa sociedad. Como si la cosmogonía imaginada por J.R.R. Tolkien hubiese tenido impacto en el mundo actual, y lo hubiese reconfigurado.

Tal veta es explotada por el guión, brindando algunas geniales anécdotas y hasta genera algunos chistes memorables (como el que alude a los orcos que por su fuerza bruta son ideales para jugar en la NFL, o que sus baladas románticas suenen parecido al Death Metal). Desafortunadamente, el argumento de Max Landis (hijo del famoso cineasta John Landis) insólitamente tira todo por la borda, y se decanta en otra dirección, yéndose por los linderos del género de acción e intriga policíaca, muy a la Tierra de Policías - 72% (Mangold, 1997) o Día de Entrenamiento - 72%, mezclado con la típica historia de un elegido que (según una profecía) aparecerá y cambiará el curso de las cosas; todo permeado por un mensaje pro-tolerancia.

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Y ese golpe de timón es el que perjudica a la obra (y le ha traído críticas negativas), ya que a pesar de la presencia de Will Smith -un gran imán para atraer público- y de que el trabajo de Joel Edgerton es simplemente estupendo, se percibe que el desarrollo de la historia es muy pobre, que muchos personajes (villanos incluidos) se quedan en el mero bosquejo, que el clímax -donde se da a conocer al elegido- es resuelto de forma chabacana y torpe, y que el pretendido trasfondo antiracista es ambiguo y burdo: que un actor afroamericano se pase buena parte de la historia profiriendo insultos raciales hacia un miembro de otra minoría (y especie) puede ser chistoso en inicio, pero al alargarse este recurso ad nauseam deja de serlo. Todos estos elementos en conjunto precipitan a la película hacia un desafortunado y anticlimático desenlace.

Bright - 31% no es un concepto malo -como algunos críticos se han empeñado en aseverar-, es sólo que le falta un enfoque más claro e imaginativo, vertido en un guión sólido, articulado y solvente que sepa capitalizar mejor el material que se tiene entre manos y explotar su verdadero potencial. Y si el guión de Landis no da pie con bola, David Ayer menos, y queda mucho a deber como cineasta, evidenciando aún más sus deficiencias en este su segundo tropiezo (el primero fue Escuadrón Suicida - 25%). Si como se anunció en días previos, Netflix piensa hacer una secuela en un futuro, ojala se reclute a un director más competente, con mayor visión o, por lo menos, con mejor oficio.

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