“No puede existir bien sin mal”, es una de las frases que se escuchan y que guían el relato en Luz, la flor del mal, ópera prima del director colombiano Diego Escobar Álzate. Bajo dicha premisa se forma una especie de cuento mágico en el que los contrastes toman un lugar importante y conducen al espectador a través de un viaje visual y sonoro en el que la oscuridad y la luz brotan a la par. La película llegará a los cines mexicanos el próximo 22 de octubre.
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Luz, la flor del mal cuenta la historia de una comunidad aislada, asentada en la espesura de las montañas, la cual es liderada por un predicador conocido como El Señor. Un día, un presunto nuevo Mesías llega al pueblo, pero con su llegada los males comienzan. No solamente para la aldea, sino también en la casa del predicador, en donde sus tres hijas, Laila, Uma y Zion, comenzarán a cuestionar el verdadero significado de Dios, el Diablo, y la auténtica naturaleza del amor, del placer, de la feminidad y de la libertad.
Protagonizada por Yuri Vargas, Andrea Esquivel y Sharon Guzmán como las hijas, así como Conrado Osorio en el papel del predicador, la cinta muestra que con la llegada del nuevo Mesías, un pequeño niño de ojos azules, Dios y el Diablo comienzan a manifestarse en la comunidad, a través de las acciones de las personas, pero sobre todo en el autodescubrimiento y crecimiento de las jóvenes. De esta manera, surge la duda de si ambas figuras, así como si el bien y el mal, están en la misma persona.
A lo largo del filme, Escobar Álzate logra construir un universo cerrado en lo que parece un relato mitológico salpicado de colores vívidos y un tanto artificiales que van guiando la lucha entre el bien y el mal, la ignorancia y la razón. Los contrastes son lo más importante de la película y se pueden sentir tanto en lo visual, como en lo sonoro.
Luz, la flor del mal presenta de manera convincente una evolución de los personajes, desde El Señor que, poco a poco y sin darse cuenta, se muestra como el antagónico, en una lucha constante que toma sentido por su concepción, muy comodina y conveniente, de lo que hace Dios y lo que hace el Diablo, hasta las jóvenes que pasan de ser ángeles cuidadoras y devotas, a tomar consciencia de lo que está mal en su comunidad y en su casa, a la vez que se descubren como mujeres y cuestionan su fe.
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Además de la imponente parte visual, la cinta colombiana que ha participado en festivales como Glasgow Film Festival 2020, NOX Film Fest, Paracinema, INSÓLITO Fest 2020, Nocturna Madrid 2019 y que tuvo su estreno mundial en el Festival de Sitges del año pasado, tiene una parte sonora importante, no solo por la música clásica, que actúa como un desencadenante del conflicto, sino también porque cada diálogo adquiere otro sentido gracias al trabajo sonoro, haciendo que las palabras de El Señor suenen como las de alguien con un poder sobrenatural y guiando, con acierto, la voz de la narradora que construye un relato poético a la par del de las imágenes.
Ganadora del premio Silver Skull, otorgado a la mejor película iberoamericana, en el Mórbido Film Festival 2019, Luz, la flor del mal es una cinta que revoluciona el género del terror, con un relato salpicado de poesía y elementos mágicos, que, a su vez, se sienten reales por el desarrollo convincente de los personajes.
La primera cinta de Escobar Álzate presenta una mirada adecuada, cuidadosa y conmovedora del autodescubrimiento y del crecimiento humano, con una visión femenina que la dota de fuerza y pertinencia. En Luz, la flor del mal, así como en la vida real, “cuando hay armonía, hay luz y todo florece.”
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