Hollywood está lejos de reponerse después de lo sucedido en octubre del año pasado cuando Harvey Weinstein fue públicamente acusado por medio de una investigación especial. Aunque legalmente las cosas aún no proceden, y en muchos casos simplemente no podrán avanzar, el productor quedó marcado para siempre y una ola de revelaciones ha cambiado el rumbo de la industria. Aunque se sabía que el acoso era común en este ámbito, como por desgracia lo es en casi cualquier trabajo, la noticia sirvió para darle prioridad al problema y fomentar un cambio interno.
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La compañía de los hermanos Weinstein se declaró en bancarrota y muchos otros han sido acusados desde entonces. Si bien es cierto que se debe seguir un proceso legal antes de destruir la carrera de una persona, es evidente el patrón que los agresores siguieron por años y que respalda lo que las primeras víctimas han declaro. ¿Cómo pudieron salirse con la suya por tantos años?, pues gracias a una mezcla de políticas internas y cláusulas de privacidad, y el natural temor a levantar la voz y no ser creído. La historia sobre este asunto va para largo y la noticia ahora es que la ex asistente personal de Weinstein reveló detalles que explican su silencio y la forma en que el productor trataba de ocultar sus agresiones.
Por supuesto, Harvey Weinstein no actuó solo y tenía demasiados contactos para amenazar y silenciar a las personas, por lo que no sorprende que, hace años, cuando algunas actrices hablaron en su contra simplemente desaparecieron del mapa y sus carreras se estancaron aún cuando muchas de ellas eran bastante prometedoras.
Zelda Perkins trabajó como asistente de Weinstein, en la división de Miramax en el Reino Unido, durante los noventa y renunció después de que una compañera de trabajo le detalló cómo el productor había tratado de violarla. El problema para Perkins y su amiga fue que su contrato de confidencialidad no les dejaba muchas opciones. Según Deadline, la ex asistente se presentó en un comité, junto a otros trabajadores de Miramax, para denunciar las prácticas de la compañía. Perkins explica que firmó bajo presión el acuerdo de confidencialidad, pero que en ningún momento le permitieron tener una copia personal. Además, también aclaró que su compañera, víctima del productor, y ella recibieron amenazas sobre el fin de su carrera si llegaba a hablar y romper el contrato. En un intento por recobrar el control sobre la situación y dejar la compañía sin destruir sus carreras, ambas negociaron y aceptaron US$250,000, pero a cambio debían firmar otro acuerdo que les prohibía hablar sobre el incidente para siempre. Perkins explicó que este último acuerdo debía contener cláusulas para evitar que se repitiera el comportamiento del productor, pero que simplemente fueron ignoradas.
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Según Perkins, su compañero decidió no hablar por temor a represalias por romper con el acuerdo. De igual manera, se les ofreció acceder a terapeutas y representación legal sólo si dichas partes también firmaban un acuerdo de confidencialidad. La ex asistente se presentó para denunciar lo sucedido, pues sirve de ejemplo sobre cómo se mantiene un control legal sobre las víctimas, quienes de hablar podrían ser a su vez acusadas por quebrar el contrato. Perkins asegura que ese tipo de prácticas ayudan a proteger al agresor y a minimizar a las víctimas, por lo que el sistema dentro de las empresas también debe cambiar. Para este comité también se ofreció un espacio para que trabajadores de Weinstein y Disney, compañía que ahora posee Miramax, se presentaran para hablar o proporcionar evidencias contra el productor, pero se negaron, aunque la empresa liberó a todos sus empleados de cualquier acuerdo de confidencialidad en el que estuvieran comprometidos.
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