Acaso la mayoría de los actores piden de Óscar su limosna. Esfuerzos de años, un desempeño proverbial en sus respectivos papeles y un tremendo trajín de relaciones públicas poco a poco los conducen a tan ansiada presea. No así para Anne Hathaway, quien ha declarado, hoy a The Guardian, lo difícil que le resultó lidiar con el paso por la pasarela de los premios de la Academia cuando interpretó a Fantine en Los Miserables - 69%en 2013, mientras portaba un costosísimo vestido Prada. De hecho, ganar dicho premio en medio de tanto glamour y emperifollada de lujo, la hizo sentir infeliz.
Me sentí muy incómoda. Como que perdí la cabeza haciendo esa película y todavía no me recuperaba.
Y vaya que le creemos lo difícil que fue abandonar su hermosa cabellera a costa del papel, así como la tremenda dieta a la que se sometió a raíz de la interpretación de un papel donde lo más cruento es lidiar con uno mismo en medio de la desventura:
Tuve que ponerme de pie delante de la gente y sentir algo que no sentía, que era felicidad sin complicaciones. Es una cosa obvia, uno gana un Óscar y se supone que debe ser feliz. No me sentí de esa manera.
Así sentenció la otrora Gatúbela de El Caballero de la Noche Asciende - 87%
Por si el punto no hubiese quedado claro, incluso detalló el punto de su atuendo de noche para la gala:
[el vestido Prada] costaba más de lo que ganan en toda una vida algunas personas, y ganar un Oscar por interpretar el dolor que sentía que formaba parte de nuestra experiencia colectiva, como seres humanos…
Lo entendemos. No, no suena muy congruente. Menos aun si la experiencia estaba muy fresca.
“Traté de fingir que estaba feliz –continuó la también protagonista de Becoming Jane Austen (2007)–. Esa es la verdad y lo que pasó. Es un asco. Pero lo que aprendes con ello es que sólo sientes que te vas a morir de vergüenza, pero tal cosa no sucede en realidad”, concluyó.
En Tomatazos respetamos tal temple. Los Óscar premian un excelente desempeño, no son otra cosa que una estatuilla para algunos momentos clave de la pantalla grande. No son, necesariamente, una sentencia de lo que realmente es cine: sólo una referencia. Pero Anne Hathaway, la verdad, sí que nos legó un momento proverbial digno de recordar —por el cual, con o sin estatuilla, la veríamos con el mismo respeto:
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