El documental ‘Titan: El desastre de OceanGate‘ se ha convertido en uno de los títulos más vistos de Netflix desde su estreno a principios de junio. Dirigido por Mark Monroe, el largometraje reconstruye con rigor los hechos que condujeron a la implosión del sumergible Titan en junio de 2023, durante una expedición a los restos del Titanic.
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Cinco personas murieron en el incidente, incluido Stockton Rush, CEO de OceanGate y principal responsable del proyecto. A través de testimonios, imágenes inéditas y documentos reveladores, el documental expone las fallas técnicas del artefacto y también las decisiones deliberadas que, pese a múltiples advertencias, llevaron al desastre.
¿Qué se sabía antes del viaje final del Titan?
Uno de los puntos más inquietantes que revela el documental es que Stockton Rush fue advertido varias veces sobre los peligros del sumergible, pero ignoró las recomendaciones. El Titan había sido construido con una combinación de titanio y fibra de carbono, materiales que, según expertos, no eran aptos para soportar la presión de las profundidades oceánicas. La embarcación carecía de certificaciones de seguridad emitidas por terceros, pero esto no impidió que OceanGate ofreciera inmersiones turísticas por $250,000 dólares por persona.
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El exdirector de operaciones marítimas de OceanGate, David Lochridge, fue despedido tras advertir sobre problemas estructurales en el casco. En el documental, se escucha decir (vía Yahoo!): “No tengo ningún deseo de morir y no voy a morir. Puede ocurrir fácilmente que fracasemos, [pero] yo no voy a morir. Nadie morirá bajo mi supervisión. Punto”. Otro momento perturbador ocurre al inicio del filme, cuando Rush instruye a los pasajeros dentro del sumergible: “No hay nada que pueda ocurrir que requiera una respuesta inmediata. Entonces, si oyen una alarma, no se preocupen. No hagan nada, es lo mejor que pueden hacer”.
El sistema de monitoreo acústico a bordo ya había registrado crujidos sospechosos, pero las alertas fueron minimizadas. La tragedia finalmente ocurrió el 18 de junio de 2023: el Titan implosionó y fue hallado días después, con sus restos dispersos en el fondo marino cerca de los restos del Titanic.
¿Cuáles fueron las decisiones que marcaron la diferencia?
Además de las advertencias técnicas, el documental muestra cómo Rush desoyó a expertos internacionales, como el explorador de aguas profundas Rob McCallum, quien le escribió directamente (vía BBC): “Te imploro que tengas mucho cuidado en tus pruebas y ensayos en el mar y que seas muy, muy conservador. Por mucho que se aprecie el espíritu empresarial y la innovación, potencialmente estás poniendo en riesgo a toda la industria”. La respuesta de Rush fue tajante: “Estoy cansado de los actores de la industria que intentan usar un argumento de seguridad para detener la innovación”.
También se narra un episodio anterior en el que Rush condujo el sumergible cerca del Andrea Doria en condiciones peligrosas. Estas acciones no fueron errores aislados, sino parte de una conducta sistemática que ignoraba protocolos bajo la excusa de la exploración y el progreso. Los testimonios recogidos en el documental apuntan a una cultura organizacional que operaba sin regulación, amparada en la ubicación de las expediciones en aguas internacionales.
¿Cuándo deja de ser innovación y empieza la negligencia?
La figura de Rush emerge en el documental no solo como ingeniero y empresario, sino como un símbolo de lo que ocurre cuando el llamado “espíritu emprendedor” se lleva al extremo. En palabras suyas, recuperadas de un video previo a la tragedia: “Creo que fue el general MacArthur quien dijo: ‘Eres recordado por las reglas que rompes’. Yo he roto algunas reglas para hacer esto posible […] Escoges las reglas que quieres romper y el valor que le dan a la sociedad, para mí eso es innovar”.
Sin embargo, Titan plantea una crítica directa a esa visión. A lo largo del metraje, queda claro que lo que Rush llamó innovación, otros lo reconocen como temeridad, y lo que él consideró progreso fue, en realidad, una acumulación de riesgos innecesarios. El caso revive un debate clásico: ¿hasta dónde puede justificarse el riesgo en nombre de la innovación? Y sobre todo, ¿cuántas vidas deben perderse antes de que los límites se vuelvan claros?
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