Desde que se estrenó la serie ‘The Last of Us‘ en HBO y se anunció el regreso de la saga ‘Exterminio‘ con ‘Exterminio: La evolución‘, ha quedado claro que las historias apocalípticas de zombis siguen cautivando al público. Lo que podría parecer una moda pasajera se ha convertido en un género consolidado que va más allá del terror: nos conmueve, nos perturba y, de forma inesperada, nos consuela. Pero ¿qué tiene el fin del mundo, especialmente si viene en forma de hordas infectadas, que tanto nos atrae?
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¿Por qué seguimos viendo el fin del mundo una y otra vez?
Aunque pueda parecer que vivimos en una era particularmente obsesionada con el colapso, las narrativas apocalípticas han existido desde tiempos antiguos. Desde el ‘Libro de las Revelaciones‘ hasta ‘La guerra de los mundos’, el fin del mundo ha sido una herramienta narrativa para explorar los temores de cada época. Hoy, esos temores toman forma de pandemias, crisis climáticas y ansiedad social.

‘ The Last of Us’, basada en el videojuego de 2013, llegó a la televisión tras una pandemia real, haciendo que su mundo devastado por un hongo que controla cerebros humanos se sintiera inquietantemente cercano. ‘Exterminio: La evolución‘, por su parte, se nutre tanto del trauma colectivo del COVID-19 como del aislamiento provocado por eventos como el Brexit. La Inglaterra cercada de la película no es solo un escenario ficticio: es un espejo de una sociedad que se encierra por miedo.
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Estas historias nos fascinan porque permiten proyectar nuestras ansiedades en escenarios extremos, donde la lógica de la civilización se ha derrumbado. Nos preguntamos: ¿qué quedaría de nosotros si todo desapareciera? ¿Seríamos mejores? ¿O simplemente más salvajes?
Los zombis como símbolo de nuestros miedos más profundos
El mito del zombi tiene raíces en el Haití colonial, donde surgieron como figura asociada a la esclavitud y el control. Con el tiempo, se transformó en un monstruo moderno que refleja miedos cambiantes: el comunismo, el consumismo, la contaminación, la deshumanización tecnológica.
Películas como ‘White Zombie‘ y más tarde ‘Night of the Living Dead‘ marcaron la evolución del zombi desde un esclavo mágico a un reflejo social. Aunque George A. Romero negaba que su obra fuera una metáfora racial (vía BFI), su protagonista afroamericano asesinado por humanos blancos en 1968 resonó en plena era de los derechos civiles.
Hoy, los zombis simbolizan tanto la decadencia del cuerpo como la del sistema. En ‘The Last of Us’, los infectados son parte del paisaje del colapso, pero el verdadero conflicto está en las decisiones humanas. En ‘Exterminio‘, la infección también refleja el miedo a la pérdida de identidad y a la imposibilidad de confiar en los demás.
Más allá de su apariencia grotesca, el zombi nos confronta con lo que negamos: nuestra vulnerabilidad, la fragilidad del orden social y el miedo a convertirnos en autómatas sin alma ni propósito.

¿Qué nos aportan estos relatos como espectadores?
Ver historias apocalípticas, especialmente con zombis, puede parecer masoquista. Sin embargo, estudios sugieren (vía Northeastern Global News) que este tipo de ficciones ofrecen beneficios psicológicos reales. Algunas investigaciones señalan que las personas que consumen estos contenidos se sienten más preparadas para enfrentar situaciones de crisis reales.
Las historias de zombis permiten experimentar el miedo desde la seguridad del hogar. Funcionan como simuladores de catástrofes donde podemos ensayar reacciones emocionales sin riesgo. También ofrecen una forma de catarsis: nos permiten purgar temores profundos mientras seguimos a personajes que luchan por sobrevivir.
Y no todo es oscuridad: ‘The Last of Us‘ conmueve precisamente porque, en medio de un mundo brutal, florecen vínculos afectivos. La relación entre Joel y Ellie no es solo el corazón de la historia; es su redención emocional. En el apocalipsis, lo humano se vuelve sagrado.
Las historias de zombis también nos hacen reír. Películas como ‘Shaun of the Dead‘ o ‘Zombieland’ juegan con la absurda cotidianeidad frente al caos. Nos permiten reírnos de nuestra propia torpeza, de nuestros intentos de ser héroes en chanclas con un bat de críquet. Esa risa también es una forma de procesar el miedo.

El apocalipsis como espejo de lo que somos
Lo que hace que estas historias persistan no es el terror, sino su capacidad para reflejar el alma humana. Sin instituciones, sin electricidad, sin normas, las personas revelan su esencia. Algunos personajes se hunden en la barbarie; otros se aferran a la empatía y a la solidaridad.
Tanto en ‘The Last of Us‘ como en ‘Exterminio‘, los protagonistas no son héroes clásicos. Son personas quebradas, moralmente ambiguas, que deben tomar decisiones imposibles. En ese proceso, la historia invita al espectador a preguntarse: ¿y yo qué haría?
El apocalipsis también plantea una fantasía de reinicio. Si todo se desmorona, ¿tendrá la humanidad la oportunidad de hacerlo mejor? Esa esperanza de reconstrucción está presente incluso en los relatos más oscuros. Detrás de cada historia de destrucción hy una pregunta latente sobre el futuro: ¿podremos aprender algo de nuestras ruinas?
Como alguien escribió Dale Bailey: “El fin del mundo ocurre todos los días. Solo que a veces no te toca a ti… todavía”. Tal vez por eso volvemos una y otra vez a estas historias. Porque, en el fondo, el apocalipsis no es más que una excusa para hablarnos de nosotros mismos.
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