El diálogo sobre la inteligencia artificial en Hollywood sigue creciendo con cada semana que pasa, y la figura digital conocida como Tilly Norwood se ha convertido en el epicentro de la discusión. Su aparición en redes, presentada por su creadora como “la primera actriz completamente funcional generada por IA”, despertó entusiasmo en algunos sectores tecnológicos y rechazo absoluto por parte de actores reales. Aunque comenzó como un experimento creativo, pasó a ser una amenaza simbólica para miles de profesionales que ven en esta tecnología la posibilidad de ser reemplazados por algoritmos entrenados con sus propios rostros y voces.
El escándalo de Tilly Norwood en Hollywood
Las reacciones fueron rápidas y claras. Figuras públicas señalaron lo preocupante de promover una “actriz” que no ha vivido una sola experiencia humana y que, sin embargo, es presentada como una intérprete. El sindicato de actores de Estados Unidos emitió un comunicado para rechazar que Norwood fuera considerada parte del gremio, acentuando que se trata únicamente de un personaje producido por computadoras a partir del trabajo no autorizado de artistas reales.
La polémica en torno a Tilly Norwood no fue una mera anécdota en redes. Actores reconocidos escribieron mensajes directos contra sus creadores, acusando a la empresa responsable de impulsar una herramienta peligrosa para los artistas que dependen de su presencia física para trabajar. Ralph Ineson la despreció en redes sin necesidad de mayores explicaciones. Melissa Barrera pidió públicamente que cualquier agencia que decidiera representarla fuera boicoteada por los mismos actores. Toni Collette y Kiersey Clemons replicaron la molestia.

Más allá del enojo individual, el verdadero temor es lo que Tilly representa, es decir, una industria que empieza a coquetear con la idea de sustituir intérpretes de carne y hueso con avatars programables. En algunos casos, los estudios ya han utilizado técnicas de rejuvenecimiento digital o recreación facial para revivir personajes o prolongar carreras. Sin embargo, una figura generada completamente desde cero plantea preguntas éticas más profundas. ¿Quién recibe el crédito? ¿El pago? ¿Quién se responsabiliza si un personaje digital replica gestos reconocibles de actores reales sin autorización?
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Ryan Reynolds y su nuevo comercial con la verdadera Tilly Norwood
El protagonista de Deadpool & Wolverine, Ryan Reynolds, apareció con una jugada que solo él podía ejecutar. Ridiculizó la polémica convirtiéndola en publicidad. El actor lanzó un comercial para Mint Mobile, servicio telefónico del que es fundador, y decidió invitar a una mujer llamada Natalie “Tilly” Norwood, cliente real de la compañía, para que apareciera en cámara junto a él. La broma fue presentada con absoluta seriedad. “Eres real, ¿verdad?”, le pregunta Reynolds frente a la cámara. Ella asiente y aclara que no es una combinación de algoritmos sino “de sus padres”. El remate llega al final con una voz en off que afirma que la promoción aplica únicamente para “organismos basados en carbono”.
Los defensores de la IA, entre ellos los responsables de crear esta figura, argumentan que no buscan reemplazar artistas sino ampliar las herramientas narrativas. Aseguran que Norwood funciona como una marioneta con posibilidades ilimitadas y que el verdadero peligro no está en la tecnología, sino en cómo la industria decide usarla. Aun así, la sensación generalizada es que el terreno comienza a volverse resbaladizo. No es casual que el sindicato de actores incluyera la protección contra réplicas digitales en su más reciente acuerdo colectivo. Curiosamente, la cuenta oficial de Tilly Norwood en Instagram no ha publicado nada desde el pasado 28 de septiembre, cuando el escándalo alcanzó su punto álgido.

La inteligencia artificial en el cine
Mientras algunos estudios experimentan con actores digitales, otros empiezan a debatir si la IA puede coexistir con el talento humano sin desplazarlo. Directores como James Cameron han expresado su interés en la herramienta, siempre que se use como aliado y no como sustituto. Hay películas recientes nominadas al Óscar que han empleado IA para modificar voces o extender escenarios, pero siempre como complemento.
El problema surge cuando la tecnología intenta ocupar el lugar de la experiencia humana. Un algoritmo puede reproducir lágrimas, pero no entender por qué esas lágrimas deberían existir. Puede articular frases, pero no sabrá nunca lo que significa pronunciarlas. Esa distancia invisible entre lo real y lo fabricado es lo que mantiene vivo al cine como arte.
Con información de Variety.
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