Pocas películas atraparon con excelsa precisión el vértigo del triunfo y la fragilidad de la ambición como El Diablo Viste a la Moda. Estrenada en 2006, la cinta dirigida por David Frankel se convirtió en un espejo del ente urbano estadounidense a principios de los 2000, uno glamuroso, fascinante pero cruel. Casi 20 años después, la historia de Miranda Priestly y Andy Sachs regresa tras la revelación del primer teaser tráiler de la secuela. Pero antes de su regreso a las pantallas conviene recordar por qué este retrato del poder y la moda no solo definió una era, sino que se erigió como un clásico de culto del siglo XXI.
¿Por qué ‘El Diablo Viste a la Moda’ trascendió su época?
Cuando la película llegó a los cines, no esperábamos que un relato sobre una revista de moda pudiera ser tan influyente. Basada en la novela homónima de Lauren Weisberger, exasistente de la editora de Vogue, Anna Wintour, la historia nos dio una mirada incisiva a un universo que siempre se había percibido como inalcanzable. Pero lo que la hizo inolvidable fue su humanidad. A través de Andy Sachs, interpretada por Anne Hathaway, el público se adentró en la maquinaria de una industria donde la perfección es una obligación.
El contraste entre Andy, una joven idealista recién graduada en periodismo, y Miranda Priestly, la poderosa editora de Runway interpretada por Meryl Streep, trascendió el cine comercial. La relación entre ambas se convirtió en una alegoría del poder femenino y la metamorfosis personal que implica sobrevivir en un entorno que se come la autenticidad.

Con el tiempo, El Diablo Viste a la Moda dejó de ser solo una película sobre moda y fue acomodándose en la historia como un retrato del capitalismo y las emociones. Mostró el costo de ascender en una estructura donde el talento y el sacrificio son inseparables, y donde el éxito se mide por lo que uno está dispuesto a perder.
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El lujo, la ambición y el sueño neoyorquino
Una parte fundamental del atractivo de la cinta es Nueva York como el epicentro del deseo en el siglo XXI. En sus calles, oficinas y desfiles, la ciudad se transforma en una promesa contemporánea, un lugar donde el talento puede abrir puertas, pero también cerrar corazones. Andy encarna esa ilusión. Ingenua al principio, llega al universo de Runway sin entender que el estilo es también una cuestión de poder.
El diseño de vestuario, supervisado por la legendaria Patricia Field, contribuyó a que la película se sintiera como una pieza de haute couture cinematográfica. El vestuario no solo servía para embellecer, sino para narrar; y es a través de la ropa que Andy dejaba de ser una observadora y se convertía en parte del sistema que antes criticaba.
Meryl Streep, por su parte, ofreció una interpretación que redefinió el arquetipo del villano en el cine. Su Miranda Priestly impone con una simple mirada de desaprobación o un labio torcido. Streep construyó un personaje que abrazó la perfección del control, la soledad del liderazgo y la frialdad del poder absoluto. Fue un papel que le valió una nominación al Óscar y el reconocimiento del mundo.
La mitología de Miranda Priestly

La cinta, más allá de su trama, funciona como una parábola sobre la hegemonía cultural. Presenta un mundo regido por la apariencia, donde el gusto se impone como forma de dominio. Al mostrar los mecanismos internos de una revista que decide lo que el resto del mundo usará, El Diablo Viste a la Moda desnuda una jerarquía global que supera el glamour. Lo que Miranda hace en Runway es dictar el canon estético de toda una generación, y esa idea de control cultural continúa vigente.
Más allá de su próxima secuela, El Diablo Viste a la Moda se mantiene como una referencia cultural inagotable. La sátira y el drama, así como su precisión estética y su retrato de los dilemas humanos, hacen de ella una obra que envejece con elegancia, glamour y una tanto de crudeza. Hoy, casi dos décadas después, Miranda y Andy no solo regresan como personajes, sino como oráculos de una historia sobre identidad y ambición.
El Diablo Viste a la Moda 2 se estrena el 1 de mayo de 2026.
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