El cine de terror vive una etapa de renovación en la que los cuentos de hadas, las viejas fábulas y las narraciones clásicas son revisitadas bajo ópticas inesperadas. Dentro de este movimiento, ‘La hermanastra fea‘ destaca por devolver al relato de ‘Cenicienta‘ su crudeza original y también por transformarlo en un campo fértil para el body horror. Escrita y dirigida por Emilie Blichfeldt, la película propone una experiencia incómoda, grotesca y a la vez profundamente humana, donde la obsesión por la belleza se convierte en un monstruo tan palpable como los gusanos que recorren la pantalla.
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Para comprender el origen de esta visión, es necesario explorar las películas, géneros y experiencias que nutrieron a su directora, una cineasta noruega que convierte lo personal en universal a través del horror corporal.
En entrevista con Fangoria, la directora explicó con claridad la diferencia que encuentra entre gore y body horror: “Para mí, el body horror es gore con significado. […] Es en realidad un estudio estético del cuerpo y especialmente de lo que hay dentro o lo que le puede pasar. A menudo se queda más tiempo en pantalla y, para mí, me invita a mirar de alguna forma”.

Esta distinción resulta fundamental. El gore impacta y desaparece; el body horror de Blichfeldt se instala, incomoda y obliga a reflexionar. No busca solo el asco, sino que utiliza la repulsión como camino para conectar con el dolor, la vulnerabilidad y, paradójicamente, con la empatía. Ella misma lo expresó en la misma charla: enfrentarse a esas imágenes le genera una catarsis que la ayuda a reconciliarse con su propio cuerpo.
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De Cronenberg a Ducournau: las películas que la marcaron
En conversación con Daily Dead, Blichfeldt recordó que creció prácticamente sin ver cine: sus padres no creían en las películas, solo en los libros. No fue hasta los trece años que pudo acceder a un reproductor de VHS y DVD. Su relación con el horror fue tardía y complicada: los sustos la incomodaban, pero encontró un refugio inesperado en el trabajo de David Cronenberg.
Descubrir ‘Crash‘ en 2015 fue un antes y un después. Desde entonces se sumergió en toda la filmografía del director canadiense y asumió que el body horror era “su lenguaje”. Poco después llegó ‘Raw‘ de Julia Ducournau, que la sorprendió por transformar un relato de canibalismo en una experiencia estilizada y emocionante. “Nunca pensé que me gustaría una película de caníbales, pero estaba con la boca y los ojos abiertos diciendo: ‘¡Esto es lo más increíble!’”, comentó.
A estas influencias sumó la estética elegante de Dario Argento y la fisicidad brutal de Lucio Fulci, así como un amor por el cine fantástico del Este de Europa en los años setenta, con producciones que, pese a sus bajos presupuestos, lograban mundos mágicos filmando en locaciones reales, con luces duras y efectos palpablemente artesanales.
La epifanía de la hermanastra
El germen de ‘La hermanastra fea‘ no nació de una lista de influencias cinematográficas, sino de una experiencia personal. En entrevista con Rue Morgue, Blichfeldt contó que, en un estado entre sueño y vigilia, imaginó a una joven que creía ser Cenicienta. La muchacha encajaba el zapato, cabalgaba hacia el castillo con el príncipe… y al mirar dentro descubría que estaba lleno de sangre. En ese instante comprendía que no era Cenicienta, sino la hermanastra que se había cortado los dedos para forzar el pie.
La revelación la golpeó con fuerza: por primera vez sintió empatía por la hermanastra, un personaje históricamente ridiculizado. “He vivido bajo la carga de sentirme fea. He luchado mucho con mi imagen corporal, y de repente encontré a este personaje que había estado allí todo el tiempo y era yo”, confesó. Desde entonces, supo que debía contar esa historia y que, al hacerlo, ofrecería redención a todas las “otras”, aquellas que no encajan en el ideal de perfección.

Historia, feminismo y la “industria de la apariencia”
El trasfondo de la película también está ligado a la investigación de la directora sobre la historia de la cirugía estética y a su propia reflexión feminista. En Fangoria mencionó que el filme funciona como una sátira de la “industria de la apariencia”, un término que prefiere al de “industria de la belleza”. Para ella, las operaciones riesgosas como los BBL son prueba de una sociedad obsesionada con verse “lista para la selfie”, aunque eso implique prácticas peligrosas y absurdas.
En Rue Morgue explicó que esta presión no es nueva: durante siglos, las mujeres han tenido que modificar sus cuerpos para sobrevivir en un sistema que las reducía a objetos deseables para los hombres. Incluso al hablar de su decisión personal de dejar de depilarse en 2013, reconoció que el miedo a no ser aceptada formaba parte de esa herencia cultural. El horror corporal, en este sentido, le da forma a una rabia política y a una larga historia de auto-objetificación.
Cenicienta, Grimm y Perrault: raíces literarias
Aunque el cine es su herramienta, la base de ‘La hermanastra fea’ se encuentra en los cuentos de hadas. La directora recupera la brutalidad de los Hermanos Grimm y la estructura de Charles Perrault sin suavizarla. No busca un “giro moderno” como el de ‘Cruella‘ o ‘Wicked‘, sino usar el esqueleto narrativo original y rellenar los huecos que siempre dejaron en blanco: ¿qué sienten las hermanastras? ¿qué las lleva a mutilarse para encajar en el zapato?
Blichfeldt también reconoció la influencia de la película checa ‘Three Wishes for Cinderella‘ (1973), que forma parte del imaginario colectivo en Noruega cada Navidad. Y aunque no creció viendo el clásico de Disney, introdujo guiños que resuenan en la memoria del público, como los gusanos que cosen el vestido en un eco retorcido de los ratones animados.
El simbolismo de los gusanos y la metamorfosis
Los gusanos, presentes a lo largo de la película, condensan su visión sobre el cambio y la vulnerabilidad del cuerpo. En Rue Morgue, la cineasta explicó que comenzaron como parte del huevo de tenia que ingiere Elvira, pero pronto se multiplicaron: aparecieron en la descomposición del padre, en los gusanos de seda, en el vestido. Conectan menstruación, muerte y transformación, reforzando la idea de que el cuerpo siempre está en proceso de cambio, aunque ese proceso pueda ser grotesco.
Más allá de Cenicienta: un legado de horror femenino
Blichfeldt se suma a una ola de directoras que utilizan el horror para canalizar la rabia y cuestionar la autoimagen. “Hemos sufrido, y estamos enojadas por ello. Y todo eso es horror”, dijo en Rue Morgue. Su propuesta se alinea con obras recientes como ‘Raw‘ o ‘La sustancia‘, pero también con una tradición más amplia que incluye los experimentos de Cronenberg y los excesos del cine de los setenta.

Lo distintivo de ‘La hermanastra fea’ es que consigue mantener la lógica del cuento, con su moraleja brutal, al mismo tiempo que la transforma en un espejo contemporáneo. No es una versión dulcificada ni un intento de blanquear villanas, sino un recordatorio de que la obsesión por la belleza puede ser tan destructiva como cualquier maldición de hadas.
‘La hermanastra fea’ no es simplemente una actualización de ‘Cenicienta’. Es el resultado de un cruce entre vivencias personales, influencias cinematográficas, investigación histórica y un compromiso político con la representación. Su directora convirtió lo grotesco en un acto de empatía, lo feo en un espacio de redención y el horror corporal en una herramienta de autoconocimiento.
Al revisitar el mito, Emilie Blichfeldt devuelve los cuentos a sus raíces sangrientas mientras plantea preguntas incómodas: ¿qué estamos dispuestos a sacrificar para encajar en un molde? ¿qué significa, en realidad, ser bello o ser feo? Y lo más inquietante: ¿cuántas hermanastras más siguen cortándose los dedos, metafóricamente, para encajar en un zapato imposible?
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