La presentación de Chicharras en el 22º Festival Internacional de Cine de Morelia no solo destacó por el contenido de la película, sino también por el proceso con el que fue realizada.
La cinta, dirigida por Luna Marán, formó parte de la Selección Oficial de Largometraje Mexicano y fue presentada por integrantes de su equipo, quienes detallaron que el proyecto se construyó desde el trabajo colectivo, en diálogo con la comunidad de Guelatao, Oaxaca.

Durante la conferencia de prensa, se subrayó que Chicharras fue posible sin financiamiento institucional. La producción se logró gracias a la colaboración entre personas del propio pueblo, en una estructura horizontal que rechazó el modelo tradicional de jerarquías y control externo.
El equipo enfatizó que no se trató únicamente de filmar en la comunidad, sino de levantar una película desde la colaboración, con su tiempo, sus prioridades y su forma de organización.
La historia de Chicharras se centra en Bani, una joven que regresa a su comunidad tras la muerte de su abuela. La narrativa aborda el reencuentro con las raíces, las tensiones entre pasado y presente, y el choque entre el deseo de permanecer y las exigencias del mundo exterior.
El equipo explicó que, más allá de una trama personal, la película busca mostrar cómo se viven los procesos de cambio desde la mirada de quienes habitan un territorio con fuertes vínculos comunitarios.

En el encuentro con medios, se puso énfasis en que Chicharras es una muestra de lo que puede surgir cuando una película se hace sin responder a exigencias comerciales ni a ritmos ajenos. El proceso respetó la vida comunitaria, adaptándose a sus tiempos y necesidades.
Esta decisión permitió generar un entorno de trabajo donde lo cinematográfico no se impuso sobre la vida cotidiana, sino que se integró a ella.
Las funciones comunitarias previas a su presentación en Morelia también fueron mencionadas como parte fundamental del proyecto.
En Guelatao, la película fue vista por quienes participaron directa o indirectamente en su realización. El equipo compartió que esas proyecciones sirvieron no solo para mostrar el resultado, sino para devolver a la comunidad lo que se construyó en colectivo.

El trabajo de Luna Marán se ha caracterizado por una mirada que parte del territorio y de lo colectivo. En esta ocasión, Chicharras se presentó como una extensión de esa línea, reafirmando que el cine también puede ser una herramienta para fortalecer el tejido comunitario, no solo una expresión artística individual.
La presencia de Chicharras en el FICM representó una oportunidad para visibilizar otras formas de hacer cine en México.
En un espacio donde convergen distintas propuestas, su participación subrayó que es posible contar historias desde los márgenes sin renunciar a la calidad ni a la profundidad emocional.
Con una producción hecha desde el compromiso comunitario y un equipo que defendió el valor del proceso colaborativo, Chicharras se presenta como una de las tantas alternativas para hacer cine desde otros frentes.
