‘Amores perros’: 25 años del impacto que sacudió a México y al mundo

‘Amores perros’: 25 años del impacto que sacudió a México y al mundo

A 25 años de su estreno, el filme sigue siendo un hito del cine mexicano

Por Arturo Lopez Gambito el 22 octubre, 2025

Hace 25 años Amores perros irrumpió como un golpe de realidad y de lenguaje: una película que no pidió permiso para retratar la violencia íntima y sistémica de la Ciudad de México, para desordenar la narrativa clásica y para exhibir la fragilidad de sus personajes sin filtros. Entre el debut de Alejandro González Iñárritu, el guion de Guillermo Arriaga, la fotografía de Rodrigo Prieto y la partitura de Gustavo Santaolalla, la cinta consolidó una alianza de mirada y técnica que reconfiguró expectativas dentro y fuera del país. A veinticinco años, su impacto es innegable.

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¿Por qué ‘Amores perros’ marcó un antes y un después?

En entrevista con Vogue, Iñárritu recordó el contexto en el que filmó su ópera prima: un país que apenas comenzaba a dejar atrás setenta años de hegemonía política, con una industria cinematográfica reducida a seis o siete producciones anuales. “En aquel tiempo —contó— la mayoría [de las películas] eran subsidiadas por el gobierno… ese mismo verano del 2000 [ese sistema] se derrumbó”. Aquella coincidencia política y creativa definió un nuevo ciclo: ‘Amores perros’ no retrató la capital como postal, sino como herida. La Ciudad de México aparece en sombras, sin monumentos reconocibles, pero reconocible en su caos.

'Amores perros' (Imagen: Altavista Films)
‘Amores perros’ (Imagen: Altavista Films)

Su éxito internacional no fue casualidad. La cinta obtuvo el Gran Premio de la Semana de la Crítica en Cannes y una nominación al Óscar como Mejor Película Extranjera. Más importante aún, reconcilió al público con su propio cine. Como señaló la actriz Vanessa Bauche en entrevista con El Sol de México, “hasta antes de ese estreno hubo una ruptura muy fuerte, una separación, un divorcio entre el público mexicano y su propio cine y gracias a este largometraje se logró esa reconciliación”.

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Una historia nacida del impacto

El guionista Guillermo Arriaga ha explicado —en entrevistas recogidas por The Hollywood Reporter— que la estructura de ‘Amores perros’ provino de un accidente automovilístico que él mismo sufrió en 1985 y que le causó amnesia temporal. De ese evento nació la idea de narrar “antes, durante y después del impacto”. Lo que en su experiencia fue una pérdida de memoria, se convirtió en una estrategia de escritura: la fragmentación del tiempo como reflejo del trauma.

Esa fractura no se limitó a la narrativa. También se trasladó al montaje de Luis Carballar y Fernando Pérez Unda, que impusieron un ritmo irregular, casi respiratorio, y a la fotografía de Rodrigo Prieto, que diferenció cada historia con una textura distinta: tonos cálidos y cámara temblorosa para Octavio y Susana, fríos y estáticos para Valeria y Daniel, grises y desaturados para El Chivo.

Desde la Universidad Nacional Autónoma de México, un análisis publicado por PUEDJS-UNAM plantea una pregunta todavía vigente: ¿Amores perros refleja con fidelidad la violencia y la desigualdad mexicanas o las normaliza? El texto sugiere que la película, más que ofrecer soluciones o condenas, muestra los síntomas de una sociedad herida y deja al espectador la tarea de interpretarlos críticamente.

Esa lectura coincide con el propio Arriaga, quien ha insistido en que el cine debe confrontar, no consolar. En lugar de explicar la violencia, la cinta la expone, la vuelve cotidiana y emocional. Los personajes no son héroes ni víctimas: son cuerpos que sobreviven, aman y fallan dentro de un entorno que los rebasa. La pregunta que queda, como apunta la autora universitaria, es si el espectador sabrá mirar con pensamiento crítico o se dejará arrastrar por la crudeza de la imagen.

Alejandro González Inárritu y Guillermo Arriaga (Evan Agostini/Getty Images)
Alejandro González Inárritu y Guillermo Arriaga (Evan Agostini/Getty Images)

Una dirección que apostó por la verdad

Alejandro González Iñárritu, formado en radio y publicidad, trasladó a su primer largometraje una energía de urgencia. Buscaba, como él mismo dijo en una charla en la UNAM, que “todo fuera verdadero”. Para lograrlo ensayó durante semanas con su elenco, rodó de forma cronológica y convirtió la cámara en un testigo físico que respira junto a los personajes.

El resultado fue un registro interpretativo que rozaba el documental. Gael García Bernal encarnó a Octavio, un joven atrapado entre la ternura y la rabia, mientras Vanessa Bauche dio vida a Susana con una vulnerabilidad desgarradora. Emilio Echevarría, en el papel de El Chivo, ofreció una de las actuaciones más recordadas del cine nacional: un exguerrillero convertido en sicario que dialoga con sus perros como si fueran su conciencia.

El sonido diseñado por Martín Hernández y la música de Gustavo Santaolalla reforzaron esa sensación física del mundo. Santaolalla no compuso para ilustrar; su guitarra sucia y sus acordes tensos funcionan como un lamento que contradice lo que ocurre en pantalla. Como señaló el propio músico, “la música debía parecer salida del estómago, no del estudio”.

Un legado que sigue resonando

La influencia de ‘Amores perros’ se extendió mucho más allá de su éxito inmediato. Inspiró a una generación de directores que entendieron el realismo como un compromiso ético y no como una limitación. Películas como ‘La zona’ (2007) de Rodrigo Plá, ‘Heli’ (2013) de Amat Escalante o ‘Sin nombre’ (2009) de Cary Joji Fukunaga) heredaron su manera de mirar la violencia sin romanticismo.

'Amores perros' (Imagen: Lionsgate)
‘Amores perros’ (Imagen: Lionsgate)

El filme también cambió la percepción internacional del cine mexicano: ya no como curiosidad cultural, sino como una cinematografía capaz de dialogar con el mundo en sus propios términos. Después de ‘Amores perros’, Rodrigo Prieto fotografió para Ang Lee y Martin Scorsese; Gustavo Santaolalla ganó dos premios Óscar; Iñárritu alcanzó el doble reconocimiento por ‘Birdman’ y ‘The Revenant’; y Gael García Bernal se convirtió en símbolo de una masculinidad menos rígida.

Las conmemoraciones recientes —reproyección en Cannes Classics, funciones en Bellas Artes y la muestra Sueño Perro— confirmaron que la película “ha envejecido bien, tiene mucho músculo”, según palabras de Iñárritu en Vogue. Hoy el director reconoce que su energía de entonces ya no existe, pero que persiste “el espíritu inquieto e irresponsable” que lo llevó a filmar con tan poco dinero y tanta intensidad.

Esa persistencia es la medida de su impacto. ‘Amores perros’ no solo redefinió la estética de un país; redefinió la relación entre espectadores y su cine. El choque del Grand Marquis en la primera secuencia sigue siendo metáfora de un país que no deja de chocar consigo mismo, y de un arte que, cuando se atreve a mirar sin filtros, todavía puede sacudirnos.

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