Sundance 2023 | RESEÑA | Chica de fábrica: Yalitza Aparicio da rostro a lo deshumanizante de la explotación laboral

Aunque la violencia relacionada al crimen organizado ha dominado los temas de muchas de las películas mexicanas más celebradas, todo mexicano sabe que las consecuencias de la corrupción y la impunidad en el país no sólo impactan la seguridad. La explotación laboral y los abusos que ocurren en este ámbito, producto de esos mismos males, son retratados junto a sus deshumanizantes consecuencias en las trabajadoras en Chica de fábrica, el nuevo cortometraje de la mexicana Selma Cervantes y el cual se estrenó en Sundance 2023.

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El relato es la historia de Inés (Yalitza Aparicio), una costurera que trabaja en un taller haciendo cubrebocas de tela. Pero su puesto se ve en peligro cuando se embaraza, pues, como el espectador descubrirá, las mujeres de la fábrica son sometidas a pruebas recurrentes y despedidas cuando sus patrones las descubren encintas. Es entonces que deberá encontrar una forma de disimular que su estado salga a la luz.

Con Chica de fábrica, Cervantes una vez más explora la forma en la que las mujeres atraviesan la violencia, en este caso laboral y de género. Pero más aterrador todavía: cómo es que han (y hemos) aprendido a soportarla y a sobrevivirla, antes que enfrentarla o remediarla. Previamente, la realizadora ya había retratado ese impacto con Manchester Acatitla (2011), su cortometraje anterior, nominado al premio Ariel, en el cual se narra un asalto a mano armada en el transporte público.

En este nuevo trabajo, la directora centra su mirada en la clase trabajadora. Pero en Chica de fábrica la dirección de Cervantes es uno de los dos grandes puntos a resaltar. La realizadora evita dar lecciones de moralidad sin dejar de ser mordaz con su crítica a la explotación laboral. El otro acierto es dejar que Aparicio cargue con la vida interna de Inés, así como ir construyendo lo hostil de su ámbito laboral y la grosera asimetría de poder que existe con pequeños detalles del guion, el cual también ella escribió. Ejemplo de ellos son su gerente usando cubrebocas sólo cuando cree que ella podría enfermarlo o cuando la llama por un nombre que no es el suyo y desestima el que sí es cuando ella lo corrige.

Con una precisa puesta a cuadro, el corto sigue a Inés mientras nos revela cómo ha asimilado el trato deshumanizante que sus jefes le demuestran. Por ejemplo, en una escena en la que su supervisor apenas la mira a los ojos cuando le pide irse a su casa por un malestar y la cámara adopta su punto de vista, poniendo al público de frente a este tipo de abuso en el lugar de la protagonista. O cuando en otro plano, se muestra a sus gerentes viéndola y hablando de ella, a unos cuantos pasos de su lugar y con el personaje desenfocado, sin reconocerla o llamarla por su nombre, sino por su número asignado.

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Aparicio entendió a la perfección, y así la interpreta, que el personaje se sabe invisible para sus empleadores y lo usa, hasta cierto punto, a su favor. Inés intenta aprovechar esta situación para evitar ser elegida para la prueba de embarazo y luego otra vez para escaparse. La actriz originaría de Oaxaca exhibe otra vez su afilado sentido de la intuición y el delicado equilibrio que le permite mostrar vulnerabilidad sin hacer de ello un espectáculo para la cámara. Habilidad perfecta para este relato sobre la asimilación de la violencia.

Chica de fabrica es mucho más punzante al mostrar la deshumanizante tradición del capitalismo por entender a sus trabajadores como desechables, y lo devastador de cómo esta idea ha sido asimilada por ellas mismas y entendida como una inevitable parte de su trabajo y de sobrevivencia. El cortometraje de Cervantes todavía no tiene fecha de estreno en México.

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