RESEÑA: Anoche te vi sonreír | Las paredes no son de cemento, son de recuerdos

A veces se piensa, ingenuamente, que una casa no son más que paredes, una estructura de cemento que solo sirve como espacio para que las personas puedan resguardarse. Sin embargo, estas paredes guardan recuerdos y muchas veces han sido parte de la vida no solo de una, sino de muchas personas, familias enteras que han crecido, vivido, amado, llorado, sufrido y reído ahí. Anoche te vi sonreír - 80% es un documental del cineasta camboyano Kavich Neang, quien con una mirada muy personal, retrata los últimos días del Edificio Blanco, estructura que fue su casa desde que nació.

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El filme de poco más de una hora y 15 minutos sigue a tres familias, incluyendo la del mismo Neang, mientras empacan sus pertenencias, tratan de encontrar un camión de mudanzas, comparten memorias y penas, y, eventualmente, se mudan, antes de que el edificio en el que vivieron durante años sea demolido.

En Anoche te vi sonreír se cuenta que el Edificio Blanco es una de las estructuras históricas más importantes de Camboya. Sin embargo, siempre se ha visto envuelto en disputas y ha sido marcado por capítulos oscuros en la historia de dicho país. Construido en 1963, gracias a su diseño, se convirtió rápidamente en un símbolo de la Camboya moderna, no obstante, en 1975 sus habitantes fueron sacados de manera violenta por los Jemeres Rojos, nombre con el que se le conoció a los miembros del Partido Comunista de Kampuchea.

Cuatro años más tarde, el edificio se convirtió, nuevamente, en uno de los sitios más importantes para la vida cultural de Camboya, pues albergó a familias de artistas y funcionarios. No obstante, ahora, con la compra de la estructura por parte de una empresa japonesa, las 493 familias que ahí vivían, se vieron obligadas a despedirse de su hogar y a verlo convertirse en escombros.

Con su largometraje, Neang logra capturar la importancia del Edificio Blanco como un hogar de muchas personas, quienes a lo largo del filme demuestran, a veces con palabras, otras con canciones y otras más con gestos, lo que este edificio significa para ellos. Asimismo, tratan de explicar cómo se sienten, pero gracias a la fotografía y al sonido, así como al excelente montaje, ese sentimiento llega a los espectadores.

La película también hace énfasis en comparar las situaciones de desalojo que se han dado en el Edificio Blanco y aunque esta vez, a diferencia de los años 70, los habitantes no fueron sacados con violencia, recibieron una compensación económica y hasta pudieron llevarse sus puertas y ventanas, la sensación para muchos de ellos es la misma: su casa les está siendo arrebatada y pronto solo quedarán escombros.

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En Anoche te vi sonreír, el dolor, la angustia y la incertidumbre son evidentes, las casi 500 familias fueron desalojadas y no se sabe qué pasará con ellas. Además, se puede sentir que no es fácil decir adiós al edificio que los vio nacer en casos como los del mismo Neang, a quien su padre le ordena darle gracias a la que fue su casa durante tanto tiempo.

El largometraje del camboyano tiene éxito al lograr transmitir todas estas emociones, incluso sin que existan demasiados testimonios. El contraste de imágenes alegres de niños jugando y platicando por los pasillos, que demuestran que el Edificio Blanco aún es un hogar, con los fragmentos en los que las personas empacan y quitan sus puertas y ventanas, crea un sensación de nostalgia. Es fácil entender por qué una estructura como esta merecía una película.

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