FICUNAM 2020: It Must Be Heaven, de Elia Suleiman

Desde su primera película Crónica de una desaparición (1996), Elia Suleiman (7 días en La Habana - 43%), se distinguió por un sentido del humor muy particular e inteligente. El realizador traspasó desde muy joven las fronteras necesarias para poder llevar sus ideas a la gran pantalla. Con apenas cuatro largometrajes en 25 años, este cineasta de origen israelí y nacionalidad palestina, se exilió en Nueva York y ahora vive en Paris. Toda esa riqueza cultural adquirida en distintos puntos geográficos parece ser el motor de su último largometraje De repente, el paraíso - 85%, sin embargo, si algo nos ha quedado claro de Suleiman, es que es un cineasta que tanto en la ficción, como en la vida real, solo rompe el silencio cuando tiene algo sumamente importante que decir.

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Suleiman vuelve a ser el protagonista de su propia película al igual que en Divina Intervención y El Tiempo que Queda, aunque esta vez ha dejado de abreviar su nombre como E.S. La historia de It Must Be Heaven se desarrolla en Nazareth, Nueva York y Paris. El conflicto inicia cuando intenta buscar financiamiento para su próxima película, pero su guion es rechazado por los productores al no ser una historia suficientemente palestina. A partir de ese momento el director comienza a viajar a otros lugares tratando de buscar similitudes entre su cultura y la de otros países. El guion de esta cinta está basado en una experiencia similar que vivió Suleiman en los años noventa.

Durante toda la trama se conserva un tonto de sátira muy propio del director. Las subtramas se desarrollan como viñetas que poco a poco se van hilando para sumar al resultado final, el cual nos recuerda que las culturas puedes ser distintas, pero los errores del hombre son los mismos en todo el mundo. El cineasta hace uso de metáforas y analogías en las que dice mucho con poco. Además es interesante como cada una de sus representaciones tiene distintos niveles de lectura. En el cine de Suleiman lo que parece absurdo o superficial a simple vista, siempre esconde una gran complejidad que habla de algo mucho más importante. En este caso, It Must Be Heaven es una historia con un subtexto acerca de la identidad, el exilio y la frustración.

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Suleiman viaja a Paris y durante su vuelvo intenta buscar respuestas entre las nubes, pero es interrumpido por una turbulencia que solo él logra percibir, entonces nos damos cuenta que en realidad es la mente y los pensamientos del personaje los que se están tambaleando, los que intentan desprenderse antes de instalarse en su nuevo destino. Cuando el director está en Francia representa un vacío emocional a través de calles desérticas. De pronto comienzan a aparecer personajes fuera de serie a los que Suleiman comienza a observar y a reaccionar. La cinta también nos invita en todo momento a reaccionar al mundo que nos rodea, sin importar si se trata de medio oriente, Europa o América. En una de las escenas aparece, Gael García Bernal (Ema - 93%), haciendo una crítica exprés hacía las últimas tendencias audiovisuales, el actor mexicano habla sobre un proyecto acerca de Hernán Cortés que se quiere filmar en inglés y es un momento hilarante dentro de la cinta.

El trabajo de fotografía es impecable a pesar de no arriesgar demasiado. Se incluyen efectos de CGI en los que es intencional que se perciba el artificio, así como todo el exceso de tecnología al que estamos expuestos. Suleiman sugiere que ahora preferimos ver la pantalla de un celular que disfrutar de un vistazo al mundo por nuestras ventanas. El director acompaña su película con música clásica y música árabe que dan un excelente ritmo a la película. El diseño sonoro juega un papel importante en la narración y en especial el silencio, tanto del director como el de algunas escenas, es un recurso que nos invita a contemplar y a reflexionar ante lo que vamos descubriendo.

It Must Be Heaven es una película que se disfruta, que juega presentando buenas dosis de humor mientras tiene un mensaje político bastante importante. Nos recuerda que las barreras entre culturas nos dividen, pero en el fondo hay rasgos universales que nos vuelven a unir. El director deja claro en su escena final que son las nuevas generaciones quienes tienen el poder de desconstruir el fascismo y el racismo cultural. El título de la película nos revela que la idea del paraíso en la tierra quizá puede ser posible en un colectivo imaginario, pero a la vez es algo meramente utópico, incluso en países de primer mundo.

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