Glosario para refutar el “plagio” fílmico

La resonancia es indispensable en cualquier forma del arte. Cada pieza y artista vibra acorde a las fuerzas de autores y obras que los marcaron; una respuesta natural al asombro que define la vocación. También la convergencia es un fenómeno regular: el modo en que afecta la realidad, la ficción y la fantasía a toda la especie humana, puede encontrar hartas similitudes entre sí, ecos, caminos idénticos a veces. La ficción no es, entonces, sino una cámara de resonancias que transforma las historias según el ángulo, criterio y tiempo.

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En una época que conoce cómo se solapan estos mecanismos, debería lamentarse que todavía existan quienes acusan de plagio al menor intertexto. Entre homólogos y observadores envidiosos, se caldean los humos de los reaccionarios y se confunden los dogmatismos obesos en ignorancia que terminan atendiendo al erario público. O, lo que es peor, las pendejadas doctas como las que en otros ámbitos presumen los Yépez y los Lésper del mundo.

Aceptar que el trabajo ajeno deja huella en el autor, que mantiene su representación en lo creado, no es criminal ni signo de poca inventiva. Se trata de un síntoma original de los oficios y artes; un indicador de riqueza cultural e histórica, del diálogo que cada propuesta sostiene con otras visiones del mundo —ya para confrontarlas, rebatirlas o corroborarlas. ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre traer a colación otras obras y plagiar?

Sucede un plagio –en tanto delito o falta moralmente inaceptable– cuando un individuo comete fraude al firmar algo propiedad de otro autor como propio, o bien, si lo atribuye enteramente a su autoría —dígase de otro modo: cuando no se apropia íntimamente de lo que tomó prestado. Puede notarse cuando el autor no imprime su estilo personal ni restituye el derecho de autor transformándolo en algo nuevo.

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También se dice que hay plagio si, al tomar una parte íntegra de la pieza aludida, el autor que la usa tampoco la saca de contexto ni la coloca en un universo al que no pertenece para provocar una reacción distinta a aquella para la cual fue creada; algo parecido al ready-amde. En resumen, hay plagio cuando existe un dolo en el que la pereza y el hurto, más que la ausencia de creatividad u originalidad, se imponen.

La adjudicación es aceptable… bajo ciertos términos. El autor que se agencia honradamente de cuanto no le pertenece, destaca porque imprime su criterio, visión y/o acento personal. No siempre es fácil de distinguir; muchas veces se hace pretenciosa o torpemente; pero eso no lo torna un abuso o inmoralidad, sólo una sandez o, en términos del Tomate, reprobable por su nula calidad fílmica.

¿Significa que el autor que emplea estas referencias o bases de creación carece de originalidad? La mayoría de las veces, sí. Otras, las mejor ejecutadas, no. Si no aceptáramos que esto es posible, tendríamos que desacreditar a La Biblia, todas las aventuras artúricas, La Ilíada, La Odisea, todos los cómics, la Divina Comedia y, por supuesto, al mismísimo Nosferatu - 97% o cualquier película de Monty Python. La originalidad en estos casos no estriba en el origen, sino en el resultado. Es decir, la destreza del autor radica en si acaso fue capaz de hacer algo nuevo con una pieza del pasado. Renovar, “que le dicen”.

Para facilitarte una discusión aleccionadora con tus interlocutores, aquí una terminología para no decir, solamente, “homenaje” como único mantra —asunto que ha suscitado la pormenorización y confusión de algo tan valioso como usar sin oprobio la labor de otros creadores. No porque esté mal: es para que quede claro el momento en que alguien comete una o varias acciones diferentes al tomar cine de otros como materia prima.

Úsala si se te presentan puritanos que alegan plagio en directores como Guillermo del Toro, Amat Escalante, Paul Thomas Anderson, Quentin Tarantino, Darren Aronofsky, y un larguísimo etcétera de cineastas vilipendiados por no negar la cruz de su parroquia y emplear, con gozo y originalidad, otras obras dentro de las suyas. Podrás suspirar y recordarles que hay un mundo más amplio que sus ínfulas de inventar el hilo negro.

Alusión

Sucede cuando se referencia otra película, obra plástica, cuento, novela o historia dentro de un filme. Puede aparecer en un encuadre o ser el mismísimo encuadre; puede tratarse de un objeto o un diálogo e incluso de una secuencia completa. La notamos cuando algún personaje evoca a otro de otra película, por ejemplo. O con metáforas o eufemismos que provienen de diálogos de otras películas. Ahí tenemos la pijama amarilla que usa Uma Thurman en Kill Bill: La Venganza, Volumen 1 - 85%, aludiendo al mismo traje que usó Bruce Lee en Game of Death - 75%. Quentin Tarantino ahí sugiere aquella película con este detalle… y una tonelada más, porque #TarantinoRulesThatShit.

Cita

Es la reproducción de un fragmento de otra película dentro de la película. En La Forma Del Agua - 92%, por poner un ejemplo reciente, hay varios momentos así, y son explícitos. Tanto así, que aparecen en otras pantallas (el cine y una televisión). Los notamos porque son colocados de manera manifiesta como fragmentos de otras películas que, de alguna manera, afectan la narración en curso. Lo mismo en Cinema Paradiso - 90% o La La Land: Una Historia de Amor - 92%, con cuanto acontece atrás de ellos y el diálogo donde aparece Rebelde Sin Causa - 96%. Más textualmente lo vimos en la última temporada de House of Cards - 89%, cuando Frank y Claire ven Perdición - 96% y hasta la recitan.

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Epigonía

Esto es muy común en el cine. Directores y guionistas que continúan la obra de alguien más y cuentan nuevas historias de los personajes y universos creados por aquellos. Ahí tenemos todo Star Wars, sobre todo las películas en las que Lucas no es sino el recuerdo. Se le puede tildar de poco original al creador… a menos que dé un vuelco a la tradición del universo narrativo. Como sucedió con Rian Johnson. O en el caso de, por ejemplo, David Lynch, los que filman y traman sus historias afincados en la rareza. Ni se diga de los epígonos de Lars von Trier que hoy pululan en su casa productora; o, lo más fácil de atender: los epígonos de Wes Craven para películas slasher. Etcétera.

Glosa

Significa “comentarios al margen” de los libros. Aquí, serían diálogos o replanteamientos de piezas fílmicas en voz de los personajes. Por ejemplo, cuando en Scream: Grita Antes de Morir - 78% los personajes se la pasan adivinando su propia trama y fatalidad mientras devanan otros slashers clásicos. O bien, cuando en The Transfiguration - 85%, Milo critica Crepúsculo - 48% por no ser “realista”. Estos apuntes al margen de otras películas son, al mismo tiempo, un apunte al margen a lo que acontece en la trama de la película en curso. Deadpool - 84% es una película que se regodea en glosar con acidez al margen de las películas de superhéroes con una crítica feroz.

Homenaje

Es la forma más recurrida y, probablemente, la más conocida. Se homenajea algo cuando el director o guionista aluden, glosan, citan o traen a colación de alguna manera, un momento fílmico de otras películas que consideran meritorias para hacerles un reconocimiento —ya porque sirvieron como inspiración, por gusto o por capricho. Las reconocerán porque no sólo son alusiones: se nota con facilidad que se quitan el sombrero e invitan a la audiencia a evocar ese momento memorable del cine. Como cuando a Buzz Lightyear lo persigue un globo terráqueo al más puro estilo de Los Cazadores del Arca Perdida - 95%. La secuencia del bailecito con los pies en La Forma del Agua (que también incluye una cita), que el ya senil Jean-Pierre Jeunet (y deudor de Kieslowski) atribuyó a una calca de Delicatessen, es otra prueba de esta práctica, por demás divertida carismática.

Influencia

Cuando aparecen rasgos notorios que son propios del estilo de filmación, narración o producción de otro autor o película, hay influencia: sus atributos fueron clave para que naciera otro filme liderado por otro autor. Algunos caracteres sustanciales se mantienen en el nuevo filme y se infiere su relación. Cuando se aborda un tema con premisas similares o soluciones temáticamente afines a las que caracterizan a un autor o película, se entiende que también existe una ascendente artístico o cultural que pesó en la elaboración. Andrei Tarkovsky respalda a Lars von Trier en muchísimos aspectos de la confección plástica, de encuadres y modos de presentar los estados de sus personajes. Vemos la influencia de Carlos Reygadas en las primeras películas de Amat Escalante, sobre todo de Japón y Luz Silenciosa - 90% en Los Bastardos y Heli - 61%. En el caso de David Lynch, su narrativa no existiría sin un Franz Kafka .

Intertextualidad

Suena a palabra dominguera (en el fondo, lo es) pero se trata del tecnicismo que resume todo este jaleo de referenciar parcial o totalmente una pieza ajena dentro de otra. Pueden aparecer en muchos formatos (cita, homenaje, paráfrasis, pastiche, parodia, epigonía… incluso el plagio entra en esta categoría) y es considerada legítima cuando se refresca o trasfigura por virtud del autor que emplea los fragmentos de otros cineastas. Prácticamente todo Stranger Things - 96% basa su virtud en hacer de una serie original, un motivo intertextual de cultura pop de la década de 1980. (Y sí, su fracaso en la segunda temporada, se debe precisamente al abuso e insensatez cansina de la intertextualidad.) (Por favor, no digan esta palabra enfrente de los niños o pensarán que son posmodernistas.)

Paráfrasis

Aunque el término suele emplearse específicamente para hablar de una interpretación libre y amplificada de algún texto, Prometeo - 73%, X-Men: Primera Generación - 87% o la historia de Vito Corleone en El Padrino: Parte II - 97%, tienen una tendencia a ser paráfrasis de cuanto ya conocíamos verbalmente en otras películas. Estas ruinas que ves de Julián Pastor funciona también como una paráfrasis de la novela homónima de Jorge Ibargüengoitia y de la película Jules y Jim - 97% de François Truffaut. Y más recientemente, The Disaster Artist: Obra Maestra - 94%, logró aportar su parte al desenmarañar con lujo de intríngulis lo que aconteció durante la filmación de The Room - 32%, de Tommy Wiseau.

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Parodia

Sátira, ironía y sarcasmo pueden dar pie a la parodia. Es, en resumidas cuentas, una interpretación humorística de una película, un tema harto conocido o de todo un género (Una Película de Miedo - 53% y todas sus secuelas). Puede darse en fragmentos o de manera íntegra. No en tanto burla, sino como referencia: el chiste logra su gracia cuando el espectador entiende a lo que se alude. El Desesperar de los Muertos - 92%, es una parodia memorable, por ejemplo. This Is Spinal Tap - 95%, una pieza magistral que se mofa de cierta cultura rock y, sobre todo, del “arte documental”. Una de sus características más interesantes, es que la parodia se vincula con el pensamiento crítico. Un punto que, a cuantos critican el humor de Thor: Ragnarok - 92%, les vendría bien considerar.

Pastiche

Este modelo suele ser poco comprendido y, a veces, confundido con otros modelos de películas, sobre todo con la parodia. Se trata de películas que cuentan una historia a partir de ensamblar secuencias, escenas, diálogos u otras piezas clave de películas de un género o tema. El más fácil de entender, tal vez, sea Kill Bill en los dos volúmenes que la componen: antología de filmes de artes marciales y westerns. Entre Tinieblas - 67% de Pedro Almodóvar es otro buen ejemplo, con todo y su revisionismo humorístico de la (por entonces) clásica película religiosa española. Quizá más fácil de entender como una película de pastiches y algo reciente, sea Kingsman: El Servicio Secreto - 74%, donde acontecen muchos momentos puntualmente registrados en películas de espionaje. Incluso buena parte de John Wick 2: Un Nuevo Día para Matar - 89% depende muchísimo del cine de espionaje. Digamos, en resumen, que el director lleva a grados superlativos la cita, el homenaje, la parodia y paráfrasis para ensamblar un buen caldo de género. Lo cual, hacerlo bien, es complejísimo y digno de aplauso.

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