Rogue One: ¿una película con tintes políticos?

Dice el crítico de cine de Variety Owen Gleiberman en una reciente columna, que Rogue One: Una Historia de Star Wars - 85% es, con o sin la intención de Disney, una cinta sumamente política y acorde con los tiempos que vivimos. Además, asegura que la fuerza rebelde simboliza a los ciudadanos que no votaron por Donald Trump y que este último simboliza al imperio y su hambre de poder al estar dispuesto a usar armas de destrucción masiva. Esto último en alusión a comentarios hechos por el presidente electo respecto a las capacidades nucleares de Estados Unidos, las cuales considera deben ser expandidas.

Trump no agregó información al respecto, pero esto no evitó que Gleiberman se lanzara en un nada sesudo análisis al meter con calzador todo tipo de conjeturas y analogías. Ahora tenemos que los que se dicen de izquierda o de ideas “progresistas liberales” se consideran entre mártires y grandes luchadores sociales salidos de un cuento fantástico. Aquí una cita de su texto:

Como parte de 53% del electorado que no votó por Trump sería fácil decir que el imperio se asemeja mucho al staff que el presidente electo ha elegido. Pero más que referenciar algún tinte fascista, es sobre cómo este grupo de rebeldes que unen sus fuerzas para luchar hace eco de cómo se sienten todos los votantes demócratas al ver una figura como la de Trump tomar el poder y hablar sin pena sobre armas nucleares.

Entre la paranoia y la miopía se desarrolla el texto del crítico, quien insiste en poner su lado político como los “buenos”, sin darse cuenta de que equipara a los que no son afines a su ideología política con simpatizantes de genocidas espaciales. Puedo imaginar lo que piensan, que están hartos y cansados de que películas, series de televisión y demás obras de ficción que les gustan sean usadas de munición para las absurdas agendas políticas de críticos desorientados que no tienen la menor idea de que hablan. Lamentablemente, estos analistas posmodernos no van a parar con sus textos desdibujados, aun cuando ya quedó más que evidenciado que el resto del mundo los ignora.

La izquierda de Hollywood, formada por artistas y prensa, no han captado que hablar con un tono alarmista y condescendiente hacia el publico surte el efecto opuesto al que desean. Trump triunfó gracias a estas campañas de pánico que varios insisten en propagar y que son ajenas al ciudadano preocupado más por llevar dinero a su casa que por el hecho de que en la ultima de Ghostbusters haya mujeres como protagonistas. Simple y sencillamente, la élite de Hollywood no representa al publico para el que hace entretenimiento y esa desconexión quedó en evidencia en las pasadas elecciones.

Hollywood no es una democracia

Esta necedad de equiparar cada película o serie de moda con el mensaje político que el escritor ve o quiere ver no es un asunto nuevo, pero se vuelve especialmente fastidioso cuando la repetición del mismo tipo de observaciones se vuelve cíclica y nunca logra dar argumentos de peso.

Lo que parecen no entender los que escriben estas cosas son dos puntos básicos: que Hollywood no es una democracia y que, por ende, la prioridad no es transmitir mensajes sociales o políticos, sino generar ganancias. La meca del cine es un negocio de particulares, no una institución pública, así que no están obligados a responder a los intereses de nadie más que los propios. Un gigante como Disney no va a correr riesgos en ahuyentar a ningún target demográfico, así que Rogue One carece totalmente de cualquier contexto social o político. Son buenos contra malos desde una óptica simplista, no hay más. Así que no importa qué tan de izquierda pretenda ser buena parte de la industria del entretenimiento, los que toman decisiones son ejecutivos de estudio que se fijan en cifras, no en mensajes.

Buscando polémicas donde no las hay

Pese a la naturaleza apolítica de las grandes súper producciones de Hollywood, aquí estamos (una vez) más metidos en uno de tantos insulsos debates sobre frivolidades y problemas que no son problemas. Muy similar al asunto de la “igualdad” de género y el mito perpetuo de que una mujer gana menos por hacer el mismo trabajo que un hombre. Una rápida revisión a los recibos de nómina de sus compañeras de trabajo derriba esta falacia y, sin embargo, ese trenecito continúa.

La actriz Jennifer Lawrence, una de las mejor pagadas en Hollywood con ganancias que oscilan cerca de $46 millones de dólares, se quejó de sus coestrellas masculinas en American Hustle quienes, según ella, percibieron un salario mayor al suyo. La realidad resultó muy diferente, como bien explicó el sitio de noticias Breitbart con datos del medio sobre espectáculos Deadline que reveló las cifras reales. Bradley Cooper y Christian Bale, laboraron 45 días por $2.5 millones de dólares cada uno, mientras que la actriz trabajó solo 19 días, por los cuales recibió $1.25 millones de dólares. Con un poco de matemática sale un resultado: Lawrence cobraba $65 mil dólares por día mientras que Cooper y Bale cobraron $55 mil por cada día trabajado. Mientras tanto, Lawrence se embolsó $20 millones por su papel en Passengers, el reciente bodrio del estudio Sony, mientras que su coestrella Chris Pratt obtuvo $10 millones de dólares.

La cruda realidad en las nóminas de Hollywood es que cada actor recibe como pago lo equivalente a su poder de convocatoria en taquilla. Por ejemplo, Robert Downey Jr. ha amasado una pequeña fortuna gracias a su papel en el universo Marvel, por su carisma y presencia escénica; su sexo no ha tenido que ver al respecto,

La esquizofrenia de la hipercorrección política

El otro absurdo por el que atravesó Rogue One fue la obsesión por reducir al talentoso reparto que compone a la cinta a sus acentos y color de piel. El mentado mito de la “diversidad” termina surtiendo el efecto opuesto que sus promotores pretenden. No sólo deshumaniza a los actores, sino que minimiza sus habilidades como histriones y su profesionalismo. Diego Luna no está obligado a ser “el representante latino” en Star Wars; tiene que representarse a sí mismo, como actor y ser humano. Cuando Lupita Nyong'o obtuvo un Óscar, su primera declaración no pudo ser más clara: el galardón era suyo, no de algún país en particular.

Es harto irónico entonces que la gente que insiste en recordar a otros que no se debe juzgar a las personas por su color de piel, su género, sus preferencias sexuales o sus ideas políticas sean los que no tengan problema en hacerlo cuando se trata de promover su ideología. Estas personas insisten en batir un tambor que el resto de la población no desea escuchar. No es que no sea posible discutir estos temas respecto al cine, pero es obvio cuando hay razón para abordarlos y cuando es sólo el deseo de quien mueve su pluma para intentar divulgar ideas políticas sin bases ni argumentos sólidos. En el caso de Rogue One, hay mucha más tela que cortar en cuanto a la pobre caracterización de los personajes y el temor de Disney de dejar de abusar de la nostalgia para vender estas cintas. Ese es un tema que los críticos deberían tratar, no cuál villano de la película de moda les recuerda al político por el cual no votaron.

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