El arte del combate cuerpo a cuerpo existe en prácticamente todas las culturas del planeta desde antes que el hombre siquiera tuviera un lenguaje escrito. Pasado oralmente, practicado y enseñado al principio por instinto, luego con disciplina, el combate es una expresión más del cuerpo, una forma de defensa y un arte que el cine ha tratado de captar de un modo u otro. Ya sea en cintas de acción y de géneros de aventura o bien en historias más dramáticas y personales.
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El combate ha evolucionado en diferentes formas y estilos, con o sin armas, pero es esta última vertiente la base de toda forma de lucha. Presenciar un encuentro de box o artes marciales mixtas provoca emociones en el respetable, toca fibras primitivas en nuestro inconsciente y produce una reacción. Lo mismo busca el cine al mostrarnos una secuencia de pelea, pero esta debe ser mucho más que sólo una serie de movimientos editados por parte de actores y extras. Una buena secuencia de combate nos debe decir algo sobre los personajes, sus personalidades y sus motivaciones. No puede ser sólo una distracción, ya que así pierde efectividad y se convierte en algo completamente banal y efímero.
Ante la naturaleza artificial de ver combates en televisión con patrocinadores de cerveza, que alimentan millonarios contratos de peleadores convertidos en celebridades de ocasión, algo tiene que hacerse para satisfacer esa necesidad de ver a dos seres humanos sacarse a golpes las ideas. Las siguientes secuencias logran retratar con efectividad encuentros mano a mano, donde la diferencia de estilos y el contraste de personalidades juegan un papel fundamental. Escenas en las que los golpes y patadas se vuelven diálogos no hablados por sus protagonistas, quienes buscan transmitir algo, hacer algún tipo de declaración. Estas son grandes escenas de peleas a puño limpio (cero armas) de algunas películas, secuencias que les quitarán el mal sabor de boca de cualquier inflado encuentro pugilístico (ejem, ejem) que hayan presenciado recientemente.
La trilogía de cintas inspiradas en la vida de Ip Man, maestro de Bruce Lee, tiene varios combates memorables, entre ellos el que sostiene Donnie Yen contra diez cintas negras de karate. Sin embargo, en la tercera cinta ocurre un encuentro muy peculiar: Yen se enfrentar a un boxeador, pero no cualquier boxeador (algo que ya había ocurrido en la segunda cinta) sino a uno de los más famosos y a la vez infames de la historia del deporte: Mike Tyson. Este último interpreta a un despiadado extranjero que desea acabar con una escuela para apoderarse del terreno en el que está. Yuen Woo Ping especula sobre los resultados de un encuentro entre un boxeador profesional y un maestro del Wing Chun. El resultado es sumamente entretenido y memorable por donde se le vea. No, la cinta no busca un realismo clínico, sí evocar una sensación de emoción al ver a dos oponentes de perfiles tan diferentes estar frente a frente.
Peter Bradshaw para The Guardian describió la película de la siguiente manera:
Tiene comedia, drama y acción: una cinta llena de entretenimiento sin pretensiones.
A pesar de no haberla completado, esto debido a su inesperada muerte, Bruce Lee alcanzó a filmar suficiente metraje de Game of Death - 75% para que su traje amarillo pasara a la inmortalidad fílmica. No solo eso, sino que el concepto ideado por Bruce, sobre un héroe que avanza niveles y enfrenta a oponentes que poseen diferentes estilos, ha sido una influencia definitiva en otras películas, así como en juegos de video. Aquí Bruce se enfrenta a su alumno de la vida real y estrella de la NBA, Kareem Abdul Jabbar. La diferencia de estaturas entre ambos es notoria y no es coincidencia que Bruce eligiera a su alumno para esta escena. Aquí el padre de las artes marciales mixtas buscaba demostrar uno de sus principios básicos: la estatura o volumen no determinan el resultado de una pelea. La pelea entre Bruce y Chuck Norris es sin duda memorable, pero ésta realmente marcó tendencias.
Almar Haflidason para la BBC:
El intento por parchar, pegar y hacer una cinta con solo 20 minutos de escenas con Bruce fue cínico y descarado, pero esos 20 minutos sin duda lo valen.
Road House es la clase de entretenimiento puro, directo e inofensivo que inevitablemente se vuelve blanco de críticos con ganas de desquitarse con la primera película que se les cruza, así como en su momento le pasó a Showgirls. Patrick Swayze interpreta a un cadenero legendario que debe librar a un pueblo de un malvado cacique. En otras palabras: es la trama de una cinta de samuráis o vaqueros, pero con la apariencia de un video de música de country. Uno de los momentos clave es el encuentro entre Dalton, nuestro héroe, contra el matón del villano principal. El estilo de pelea no es para nada sofisticado, sino más bien atrabancado y no tan estilizado, pero funciona y para ese punto de la historia uno se encuentra más que ansioso por ver a Dalton acabar con la basura. Una cinta de culto que se ha ganado dicho mote gracias a su honestidad y naturalidad, igual que una canción de country.
Tom Tunney para Empire:
La historia no busca realismo, sino presentar todo de manera estilizada y con personalidad. Swayze recuerda a los héroes machos del Hollywood de antes, más que actuar lo suyo es una presencia que impone en la pantalla.
A los inicios de su carrera Jackie Chan era uno de tantos actores y artistas marciales a quienes las productoras de Hong Kong buscaban para convertir en “el nuevo Bruce Lee”. Sin embargo, Jackie no estaba contento con imitar a alguien más y eventualmente entendió que, si quería resaltar de todos los demás actores que hacían los mismos gestos y patadas, debía formar su propia identidad fílmica. La comedia física, las acrobacias y un estilo de combate poco ortodoxo se convirtieron en el sello de la casa para Jackie y su pelea contra el campeón de kickboxing Benny “The Jet” Urquidez es evidencia de ello. Una increíble secuencia de pelea que pone en la calle a la mayoría de las filmadas en la actualidad.
Martin Scorsese padeció asma de niño y su refugio fue el cine, practicar deportes fue algo que jamás figuró en su lista de prioridades. En su momento Toro Salvaje parecía que no vería la luz del día y el mismo director la consideraba su última cinta para retirarse del cine. La historia de un boxeador de la vida real, consumido por sus tendencias violentas hacia su familia y amigos, hace que sea su vida misma el verdadero combate. Los efectuados en el ring eran entonces la catarsis para la vida que Jake LaMotta llevaba debajo de éste. Scorsese filmó durante diez semanas las escenas de combate y se usaron efectos de sonido que incluyen animales para ambientar estas escenas. Lo que el realizador consiguió aquí fue una especie de hyper realismo que sólo acentúa la atmósfera caótica que se vive arriba de un ring durante una pelea. Ruidos estridentes y una cámara que parece participar en los intercambios de golpes. Las peleas de este toro hacen que cualquiera de las de Rocky parezcan danzas de ballet clásico.
Roger Ebert para el Chicago Sun Times, en su sección "Grandes Películas":
La película no está interesada en estrategias de box, porque para LaMotta los encuentros tenían que ver más con sus emociones, con exorcizar sus demonios internos. Scorsese filma cada una de estas escenas de tal manera que la brutalidad queda amplificada hasta volverse irreal. En lugar de filmar afuera del ring entra a este y juega con los tiempos y tamaños de acuerdo a sus necesidades. LaMotta es un personaje torturado así que estos encuentros de box no están diseñados para verse entretenidos.
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