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El laberinto del progresismo: el espejismo de la diversidad en el cine

La diversidad en las artes no es como la pintan y quieren vender

Tengo el sueño de que mis cuatro hijos vivan un día en una nación donde no sean juzgados por el color de su piel, sino por el contenido de su carácter.
Martin Luther King Jr.

Lejanas y distantes se sienten las palabras del icono de los derechos civiles Martin Luther King Jr. El buen doctor luchó hasta su último aliento para erradicar todo tipo de barrera y prejuicio que impidiera a la gente negra, blanca y de cualquier otra raza convivir en armonía. Esta frase proviene de uno de sus discursos más famosos y es triste pensar que el legado de King no ha logrado resonar en la actualidad como él hubiera deseado.

A pesar de que las leyes que discriminaban a los afroamericanos han desaparecido en Estados Unidos, hoy más que nunca la cultura y sociedad occidental moderna juzga a la gente por el color de su piel, por su preferencia sexual y por su género. Es una obsesión que ha llegado a niveles insospechados y que permea toda la cultura y el arte popular. La ironía es que esta insistencia en la actualidad por juzgar a las personas por su raza (o género u orientación sexual) proviene principalmente de grupos de autoproclamados defensores de las minorías y de los derechos civiles que pretenden continuar el legado de King.

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Para entender cómo llegamos a este punto hay que revisar de dónde surge este clima de paranoia orwelliana, en el que una frase fuera de lugar puede motivar un linchamiento en redes. Estamos ante el fruto ponzoñoso de años de empujar ideologías de corte posmoderno que favorecen a toda esta recalcitrante corrección política. Luego de ocho años del liberalismo de Barack Obama, resultado del descontento con las políticas manejadas por George W. Bush en el pasado, Estados Unidos ha quedado profundamente dividido en temas de sociedad y política. La supuesta unificación de principios y valores progresistas que prometía Obama como alternativa política no ocurrió. Sus aires de esperanza y cambio se convirtieron en hostiles llamaradas que han incendiado a la sociedad estadounidense. Ataques terroristas, conflictos raciales, problemas económicos y demás bombas de descontento social surgieron por doquier.

De repente, los discursos agudizaron su filo y rencor de parte del lado supuestamente "pacífico y tolerante" y así como en otro momento se despreció al hombre negro en ese momento surgían gritos en contra del “hombre blanco privilegiado” al que se adjudicó autoría de todos los males habidos y por haber. Muchos ciudadanos de clase trabajadora quedaron en el fuego cruzado entre diferentes grupos de izquierda y derecha. Términos como “islamofobia” se popularizaron y se emplean contra cualquiera que ose criticar la religión islámica. Las redes sociales se volvieron campos de batalla a nivel global donde se insulta y juzga a la gente por ser blanca, por ser de clase media, por ser o no ser feminista, por ser o no ser vegetariana. Hay escándalos sobre las cosas más efímeras y triviales, así como amenazas de boicot de individuos ofendidos por alguna campaña publicitaria, canción, libro o película. Estar perpetuamente ofendido es la nueva declaración de principios de toda una generación que no ha salido de sus zonas de confort, sus burbujas bautizadas como “safe spaces” que son la regla en todo campus universitario de Estados Unidos y cuantos busquen imitarlo. Se aboga por excluir a autores “blancos opresores” de programas de estudio de ciencias y literatura y se busca que blancos y negros estén segregados nuevamente, en supuesta defensa de los derechos de estos últimos.

El sueño del doctor King se convirtió en una amarga pesadilla. En nombre del “progresismo” se ha retrocedido y casi nulificado los mensajes promovidos por el doctor y otros auténticos luchadores sociales.

Muchos pensarán que la política no es lo suyo y que sólo quieren ver películas, pero la política de los tiempos y lugares sí influye en el arte, para bien y para mal. Ahora la palabra de moda en Hollywood y otras áreas de entretenimiento, como el cómic o los juegos de video, es “diversidad”, una palabra bastante noble pero cuyo verdadero significado parece haberse perdido hace tiempo. Se dice que a Hollywood le hace falta diversidad en las etnias de sus actores, que hacen falta más mujeres detrás de cámaras, pero parece que muchos confunden equidad con igualdad: se recibe el mismo trato pero todos quieren las mismas oportunidades sin necesariamente merecerlas. Vayamos por partes para entender mejor esta espesa telaraña de progresismo regresivo.

Diversidad de género

La primera parada en este apartado es obligada para esclarecer muchas cosas: la llamada “wage gap” (brecha salarial) donde una mujer supuestamente gana menos que un hombre por hacer el mismo trabajo es una completa falsedad. La brecha no es de pago, sino de ingresos y tiene que ver con la inclinación de la mayoría de las mujeres a elegir trabajos donde se trabajan menos horas y que, en términos generales, pagan menos. Mientras más hombres se vuelven ingenieros, más mujeres deciden ser abogadas o enfermeras.

¿Las mujeres sufren discriminación para puestos altos en grandes conglomerados? A veces sí, pero no es la regla: los datos arrojan que muchas damas deciden optar por trabajos de otra índole debido a la cantidad de tiempo que tendrán que invertirle a un alto cargo ejecutivo. Salvo raras excepciones, muchas mujeres en algún momento sienten la necesidad de ser madre y ser madre toma mucho tiempo.

El patriarcado no está saboteando con malevolencia las cuotas de género que varios países europeos intentan implementar sin éxito. Un hombre y una mujer pueden ser igual de capaces para ciertos trabajos, pero eso no significa que tengan las mismas necesidades, pequeña gran omisión de cierta retórica feminista: no todas las mujeres piensan igual, sienten igual ni quieren lo mismo. Nada de esto es de propia invención: pueden consultar aquí y aquí elaborados estudios que comprueban, una vez más, que hombres y mujeres deciden a conciencia profesiones de acuerdo con sus necesidades personales.

Así como tener un puesto directivo en una gran empresa consume mucho tiempo y energía, ser director de cine es un trabajo muy pero muy demandante, sobre todo si se es un realizador que trabaja a un ritmo frecuente. Ser una actriz famosa puede ser mucho más redituable y cómodo para la maternidad de una mujer que ser una directora de renombre, lo cual nos lleva al asunto de los salarios de los actores. Hollywood es una meritocracia en todos los sentidos posibles. Los salarios se basan no en el género, sino en el poder de convocatoria del actor o actriz. Es entonces una tremenda ironía que alguien como Jennifer Lawrence se queje del pago “desigual” que recibió en Escándalo Americano - 93% (aun a pesar de que trabajó menos días que el resto de sus colegas de reparto) para después cobrar US$20 millones por Pasajeros - 30% mientras su coestelar, Chris Pratt, obtuvo US$11 millones por compartir protagónico con la actriz. Si a Lawrence realmente le molestara la desigualdad de pagos habría protestado enérgicamente la cantidad que Pratt obtuvo por aparecer prácticamente la misma cantidad de tiempo en pantalla.

En el caso de Gal Gadot en Mujer Maravilla - 92%, otro masivo malentendido se suscitó con respecto a su salario. Gadot ganó $300,000 dólares por su papel en la cinta y se comparó inmediatamente con los $14 millones de dólares obtenidos por Henry Cavill en El Hombre de Acero - 55%. El detalle es que Cavill obtuvo tal cantidad de honorarios debido a los bonos que se incluyen en su contrato, esto acorde con las ganancias en taquilla de la cinta. En otras palabras: mientras más exitoso es el blockbuster el actor principal recibe una mayor comisión, dicha compensación por supuesto será recibida por Gadot e incluso puede terminar con ingresos mayores a los del actor inglés debido al gran éxito de taquilla de Mujer Maravilla. Cabe mencionar también que Chris Evans y Chris Hemsworth pasaron por situaciones similares a la de Gadot en sus primeras cintas para Marvel: mismo sueldo base con opción a bonos en proporción a la taquilla que obtuvieran sus respectivas películas.

Con las cuestiones laborales y salariales aclaradas pasamos a la otra espina en el matorral de la diversidad de género: cómo son presentadas las mujeres en las historias fílmicas. De acuerdo a varios comentaristas y “críticos de cultura pop” (traducción: youtubers glorificados) la representación de la mujer en el cine es muchas veces “problemática” debido a que los roles principales los llevan hombres y las mujeres aparecen como esposas, madres, prostitutas y en roles secundarios. Para medir la calidad de la “representación” de los papeles femeninos se creó algo llamado el Bechdel test, que consiste en lo siguiente: dos mujeres deben aparecer en la historia, estas deben tener una conversación entre sí que no involucre hombres. Si esto ocurre, la cinta ya pasó el Bechdel test y recibe una dotación de galletas veganas orgánicas libres de gluten de su café vegano de confianza.

El problema es que la historia de cada cinta es diferente, así como sus necesidades. Es curioso cómo el arte siempre es llamado a tribunales de supuestas autoridades morales a rendir cuentas. El artista es obligado a comparecer ante estos personajes para que proporcione “evidencias” de no incurrir en delitos del pensamiento y del buen gusto. Le ha sucedido a pintores, músicos y por supuesto a cineastas, desde un Pier Paolo Pasolini hasta un John Waters.

Pretender que existe un estándar o fórmula por la cual se puede juzgar la calidad moral (un asunto ya de por sí ambiguo) de una historia y su trato a ciertos personajes es completamente risible y totalmente contra natura del proceso de creación artística. La acusación de “esta película es sexista” se une a viejas frases como “esta película es muy violenta/blasfema/inmoral/sucia/pervertida” que los vigilantes del buen pensar han utilizado a lo largo de décadas. Pensar que regular el número de damas que aparecen en una película, así como sus respectivos roles, ayuda de alguna manera a todas las mujeres que padecen abusos en todo el mundo es ingenuo y acude al viejo mito de que la ficción que consumimos determina nuestras acciones y no al revés.

¿Qué ocurre con el Bechdel Test cuando se usa en películas cuya trama no requería presencia femenina? ¿Esto hace que La Pandilla Salvaje - 98% o La Cosa de Otro Mundo - 80% valgan menos? ¿Necesitamos versiones "femeninas" de ambas historias para estar "parejos" así como ocurrió con la fallida Cazafantasmas - 73%? Una vez más, no sólo nunca nos pondríamos de acuerdo con qué es un mensaje “sexista”, sino que pretender aplicar estos métodos como técnicas válidas de narrativa no hace otra cosa que simplificarla.

Extirpar el contexto histórico y cultural de una historia en pos de una recalcitrante corrección política que asfixia al arte en lugar de alentarlo a explorar nuevos horizontes, es un despropósito por donde se le vea. Quien aquí escribe estas líneas fue criado por dos mujeres, así que antes de que alguien me acuse de ser agente del patriarcado sólo le diré: sé perfectamente lo que una mujer tiene que pasar para poder salir adelante en un país como México; pero esas dos mujeres no tenían tiempo ni ganas de ofenderse con películas donde salieran mujeres de novias del héroe, estaban más ocupadas trabajando arduamente y actuando a favor de construir sus propias historias heroicas en lugar de pretender balbucear discursos a favor de lo que ellas hacían. Hechos matan pose.

Diversidad sexual

El tema de la aceptación de sexualidades alternativas en Hollywood es un asunto complicado. Esto se debe a que la homosexualidad y bisexualidad no son entidades monolíticas o uniformes y, por ende, asumir que representan una identidad política específica es un notorio error de asociación. Los movimientos de derechos de la comunidad LGBT generalmente se asociación con la izquierda, lo cual suena un tanto jocoso si consideramos que muchos regímenes de las proclamadas izquierdas revolucionarias persiguieron históricamente al individuo homosexual con saña y violencia: ya fuera Cuba, la Unión Soviética u otra variedad de ecosistema zurdo. En todo caso, si se vincula con algo, no es con la izquierda, sino con la contracultura.

Existen varias contradicciones dentro del mismo movimiento de derechos LGBT: sus mismos activistas muchas veces no parecen ponerse de acuerdo si la homosexualidad es algo con lo que se nace o algo que se hace. Ni hablar que entre trans activistas, activistas homosexuales y bisexuales los objetivos a perseguir pueden ser muy diferentes.

El cine queer, gay y anexos ha evolucionado mucho con el paso del tiempo y ha existido en diferentes facetas, principalmente en la escena underground y experimental. Hollywood aún se acerca con pinzas a temáticas de corte gay y es que aquí pueden salir ofendidos tanto públicos heterosexuales como homosexuales ante un retrato “erróneo” de la sexualidad de un personaje. Así como las falanges feministas exigen cuotas de género también se ha empezado a demandar que la sexualidad de personajes de cómic y fantasía se modifique y así se transformen en seres bicuriosos o abiertamente gays sin ninguna razón de ser.

Capitán América es uno de los candidatos más sonados en esa categoría, iniciativa empujada por fans deseosos de ver sus fantasías eróticas de fan-fic llevadas a la pantalla grande. Exactamente en qué beneficia a nivel narrativo cambiar la orientación sexual de un personaje jamás es explicado. De igual manera, victimizar algo como la serie Sense8 - 88% es bastante cuestionable. La serie fue cancelada por Netflix no por cuestiones de intolerancia, sino por sus bajos niveles de audiencia. Lo que parecen no percibir estos grupos de “faptivistas” es que al convertir la sexualidad de las personas en un fetiche superficial para entretenerse terminan trivializando grotescamente la legítima lucha por los derechos de la comunidad homosexual, la cual aún se esfuerza por liberarse de prejuicios y persecución en ciertos países del mundo.

La inclusión forzada de ciertos perfiles podría crear un ambiente de aceptación que terminará por caricaturizar gradualmente la condición sexual al caso. O bien, adjudicarle discursos innecesarios para la vida de cada uno de los que posee dicha preferencia erótica.

Diversidad racial

La gran caja de Pandora que la sociedad estadounidense abre a diario: el debate racial continúa presionando sin parar, una estaca clavada en la consciencia y temores de un país que pareciera no terminar de hacer las paces consigo mismo. Es difícil que pasen 24 horas completa sin alguna controversia racial —y el cine no es la excepción.

A estas alturas ya se sabrán la canción pero habrá que repetir sus estrofas: Hollywood no le da su lugar a negros, latinos y asiáticos. Hollywood se rehúsa a producir cintas con historias que giren en torno a grupos étnicos no caucásicos. Esto por supuesto tiene un gran dejo de verdad, pero también habrá que recordar que pese a la cantidad de grupos de diferentes nacionalidades asentados en el sueño americano, el target demográfico mayoritario es el conformado por espectadores blancos. Uno de los últimos censos realizados en Estados Unidos arrojó que aproximadamente el 76% de la población es blanca. Es entonces lógico que éste sea el público que principalmente persigan los estudios de cine del norte.

Las contradicciones no se hacen esperar con el tema racial. Por un lado se quiere empujar la imagen de los Estados Unidos como una nación multicultural, pero luego tenemos a la ONU que recientemente anunció al mundo que busca volver a la “apropiación cultural” un delito internacional. ¿Qué es la apropiación cultural? Cualquier persona que use prendas típicas de otra nación, prepare o consuma comida extranjera o pretenda “usurpar” la identidad de una cultura ajena a la suya. ¿Esto significaría que el Internet tendrá que dejar de ser usado por todas las culturas que no tuvieron que ver con su creación? ¿Tendrán que cerrar todas las sucursales de Taco Bell en Estados Unidos? ¿Los méxico-americanos tendrán prohibido usar modismos en inglés?

Hollywood definitivamente es apático y temeroso de salir de su mal llamada zona de confort. Los éxitos de Cómo ser un Latin Lover - 38%, Baahubali 2: The Conclusion - 100% y ¡Huye! - 99% en la taquilla americana deberían motivar a los ejecutivos a considerar los mercados latinos, asiáticos y afroamericanos y aceptar que esos espectadores tienen hambre de entretenimiento afín a su idiosincracia.

En su momento Hollywood se volvió bastante funky gracias al cine de blaxploitation de la década de 1970. Sin embargo, las cosas han cambiado y ahora las películas cuestan demasiado dinero para que alguien se atreva a correr riesgos. Así como se exploró en los anteriores módulos, parece que el verdadero enemigo a vencer aquí es la mediocridad de los guiones y la falta de ideas, más que el coco del racismo y sexismo. Curiosamente la saga de Rapidos y Furiosos se mantiene como la franquicia fílmica más multiétnica en Hollywood. Por otro lado, La Vigilante Del Futuro: Ghost In The Shell - 44% habría sido el mismo espectáculo de efectos visuales plano y vacío con una actriz de origen asiático en el protagónico lo cual nos lleva a una conclusión: juzgar la calidad de una interpretación por el pigmento del actor es, sorpresa-sorpresa, muy racista, sea blanco o negro el actor. La nacionalidad o etnia del histrión definitivamente no determina la calidad de la obra.

Diversidad de clases

El tema de la división de clases no resuena mucho en la nación del norte, no como podría. Esto es diferente en México, por poner un caso ejemplar en Latinoamérica. El tema de clases hace eco en nuestro cine y en los cines de naciones como India, con su sistema de castas y Europa, que insisten en continuar flagelándose sin parar al importar refugiados de naciones con culturas totalmente incompatibles con el modo de vida europeo. El racismo por supuesto existe en México (quien diga que no, miente con descaro), pero acá nuestras armas las apuntamos al que está arriba de nosotros y al que está abajo, a los "fresas" y a los "nacos", cual si fuéramos cisnes que atraviesan el pantano sin ensuciar su plumaje.

Sin embargo, aquí es donde Hollywood podría ajustar su frecuencia de manera positiva. Una gran historia como Enemigo de Todos - 97% no pudo haber transcurrido en alguna urbe cosmopolita como Nueva York. Este neo-western lleva en su sangre los códigos y rituales de la zona rural americana del sur de la nación, eternamente vilipendiada por el estadounidense “fino y culto”. Algo parecido al gusto del mexicano por burlarse de los “bryans y britannys” sin fijarse que su propio nivel de educación deja tanto o más que desear. Aquí es donde es justo y necesario apuntar el dedo hacia la meca del cine y recordarle que su país es bastante diverso, pero esa diversidad ya existen con gente de su propia cultura local, no extranjera.

Conclusión

Dividir a la gente por raza, género, preferencia sexual, religión o clase es rechazar su individualismo. El ser humano es una creatura social que se mueve por grupos, eso es innegable y es precisamente la misión del arte hablar sobre estos complejos procesos sociales con honestidad. Las campañas de pánico que buscan denunciar el fantasma del racismo o sexismo son exactamente eso: intentos de asustar, confundir y desorientar y cuando la gente se asusta piensan con menos claridad. Declarar la guerra a lo blanco, a lo hetero y a lo varonil no le hace ningún favor a nadie y sólo nos divide más, cuando el verdadero arte nos une y tumba barreras culturales. La agenda política de cualquier artista debe ser intrigar, entretener y que su audiencia reflexione. Entonces podremos realmente lograr avances en materia de género, sexualidad y raza: promoviendo abiertamente el diálogo —porque al censurar lo que nos “ofende” sólo callamos dicho diálogo—.

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