Tipos de espectadores de cine y dónde encontrarlos

Parte de la aventura de ir al cine es ver una película en grupo; con esto, el ejercicio de apreciación fílmica se convierte en una experiencia grupal. Este ritual social es puntuado por distintas aristas: desde que se compra el boleto, pasar a la dulcería hasta acomodarse en un asiento junto a otros individuos. Para bien y para mal, lo complejo de esta experiencia puede arrojar anécdotas y momentos particulares. Puede incluso enriquecer el disfrute de la cinta, pero también puede entorpecerlo totalmente.

La etiqueta que se debe seguir a la hora de ver una película es algo que no todos comparten porque cada quien personaliza su experiencia de acuerdo con sus necesidades. El problema es cuando dichas necesidades son antepuestas sin reparo sobre los derechos de los demás. Todos hemos tenido que aguantar a espectadores que no se callan, que todo les da risa, que no apagan el celular, los que usan de guardería la sala de cine y un largo etcétera de especímenes que pululan los recintos cinematográficos. Así como un servidor lo hiciera al clasificar distintos tipos de críticos de cine, toca turno de explorar el complejo ecosistema habitado por distintas clases de espectadores. Probablemente conocen a más de uno de los ejemplos que aquí se mencionan.

El/la que no para de hablar

Ya sea que esté explicando (torpemente) la película a otra persona o preguntando aun con mayor desatino por qué ocurre todo, este espectador simple y sencillamente necesita todo peladito y en la boca. El principal problema es que esta persona no sabe modular su voz, así que, si se sienta atrás de ti, es un hecho que la función quede arruinada para ti. Este espectador lo encuentran prácticamente en cualquier sala comercial de cine.

El risitas

Por razones difíciles de precisar este espectador encuentra todo lo que acontece en pantalla totalmente hilarante. Su risa no para y, dicho sea de paso, seguramente es particularmente estruendosa. Es común encontrar a este espécimen en funciones de cine de género retro además de que es probable que sea de tipo hipster. Si exhiben una de El Santo, el sujeto se reirá durante toda la función porque “es que mira qué chafa esta eso, jaja, yo como veo sólo cine muy sofisticado...” En el caso de su servidor, en la función que me tocó de Shin Godzilla - 88% un par de personitas no paraban de reír, aunque sospecho que padecían ciertos impedimentos de conducta propios de algunos otacos que no les permiten funcionar adecuadamente en sociedad.

El millennial inquieto

Este espectador es la razón por la que franquicias como Resident Evil, Rápidos y Furiosos y Transformers aún producen secuelas, ni hablar de todas esas películas basadas en novelas para “jóvenes adultos”. Cuando éramos chavitos en algún momento fuimos a echar relajo al cine, pero con las nuevas tecnologías el millennial hace que su “relajo” se vuelva rápidamente el suplicio de los demás: tiene el celular con la luz a todo, escribe ansiosamente incoherentes tweets y posts de Facebook llenos de emojis, está deseoso de que toda su lista de amigos sepa que está en el cine y que la película “está bien chida”. No faltará una selfie a media película, además de que hace ruidos con la comida, ríe y, en general, hace todo menos poner atención a la película. Los encuentran en cualquier sala de cine de su preferencia, sobre todo en funciones de las cintas mencionadas.

El crítico académico instantáneo

Por supuesto no podía faltar el intelectual de café exprés, cliente asiduo de la Cineteca y otras salas de arte, que de cuando en cuando quizá se cuele a alguna sala comercial. Su arte es el bluf: finge que sabe de lo que habla cuando en realidad no tiene la menor idea de qué dice. Esto último queda en evidencia por su uso irresponsable de palabras y frases como “la cinta es muy irónica”, “tiene una narrativa atípica”, “es un homenaje a Godard” y demás palabrería rebuscada que realmente no dice nada. Aparte de querer impresionar a sus amigos o alguna chica, el sujeto escupe sus opiniones en voz alta para que nadie pierda detalle de su cátedra gratuita sobre apreciación cinematográfica.

El “yo lo hubiera hecho mejor”

Así como el que vende tacos y aguas en la zona donde vives tiene la alineación ideal que debería usar la selección mexicana de futbol (y que no pudo continuar su carrera futbolística porque se lesionó una rodilla), no falta el espectador que considera que su visión cinematográfica es mejor que la de guionistas, directores y críticos y que tampoco pudo continuar su carrera de director porque no le dieron un apoyo que le prometieron. Seguramente pasa largos periodos de tiempo en redes sociales escribiendo agudos comentarios en páginas de cine sobre lo equivocados que estuvieron los críticos al juzgar alguna película de la cual es un fanboy a morir.

Probablemente también guste de dar breves cursos de periodismo al señalar a otros cómo se debe redactar una noticia o un artículo, además de señalar que su idea de cómo debió ser la última cinta de Star Wars era mucho mejor que la que usó el director. Se queja del clickbait pero lo consume a raudales y señala errores ortográficos y de redacción pero su prosa no llega al nivel de literatura de baño público. Se queja del cine extranjero que invade nuestras salas, pero nunca va a ver cine hecho en su país. Existen altas probabilidades de que sea desempleado o tenga un trabajo de oficina gris y mediocre. Si lo encuentran en el cine es casi un hecho que estará solo porque no existe persona que pueda aguantar sus delirios de grandeza... como el que vende tacos y aguas con la alineación ideal de la selección nacional.

El quejumbroso que ve todo

El que se queja de todo lo que ve, pero ahí está en primera fila en los estrenos, listo para quejarse: que si los efectos son malos, que si la trama no le pareció; se queja de las cintas de Derbez y Martha Higareda y, por supuesto, las ha visto todas. Exactamente qué le gusta nunca queda claro y es probable que sea algo de calidad cuestionable; gracias a este personaje algo como el futuro remake de 3 Idiotas, seguro será un taquillazo.